Justicia y compasión, por Adela Cortina

Durante la jornada de ayer he asistido al primer día del NEC FORUM sobre Ética, celebrado en el Ministerio de Sanidad (Madrid) con motivo de la Presidencia Española del Consejo de la Unión Europea.

Durante la sesión de la tarde, he escuchado una ponencia de la consagrada filosofa Adela Cortina, quién ha traído a su discurso dos virtudes esenciales en la práctica sanitaria (extensibles a la práctica social) que son la Justicia y la Compasión.

Sobre estas dos virtudes nos recuerda Cortina que son propias de los seres humanos, pero también de las instituciones. De hecho, afirma tajante que las instituciones que no buscan la justicia, hay que abolirlas.

Realiza una distinción clásica sobre lo justo y lo bueno, recordando que lo que es justo se le debe exigir a todo el mundo, o es justo para todas las personas por igual. Pero, lo que es bueno, es sólo una recomendación, por tanto, no tiene porqué ser extensible a todo el mundo. Cada cual tiene su propia concepción de lo que es bueno, y no tiene por qué ser coincidente con el resto.

Para preguntarnos por lo que es justo, sólo debemos retrotraernos a la sociedad de 1948: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que además tiene su fundamento en la Dignidad. A esos 30 artículos, en los que se estructura la citada Declaración, tenemos todos y todas derecho, sin distinción. Esta es la medida mínima de la Justicia para todos.

De este modo, recuerda Cortina, «el mayor bien para el mayor número de personas deja fuera a mucha gente», el utilitarismo. Por tanto, para ser justos y justas se deben enfocar las exigencias hacia la satisfacción de esos mínimos para el conjunto de la sociedad, sin dejar a nadie fuera.

La compasión, por su parte, nace de la unión entre la empatía y el compromiso hacia el otro, porque sus cuestiones me importan a mi también.

Incorpora un matiz interesante Adela Cortina, para distinguir la empatía de la compasión. Señala que el verdugo se da cuenta de dónde le duele al que está torturando, puede hasta sentir su dolor, pero no hay un ápice de compasión por el otro, y ahí radica la diferencia entre ambos términos, según explica. La empatía me permite sentir lo que siente el otro, mientras la compasión me interpela a ir a su encuentro, a ayudarlo a mitigar ese sufrimiento.

Para finalizar esta entrada de blog, sólo señalar que Adela Cortina nos recuerda que la compasión nace del sentimiento de amor hacia el otro, y que el amor lo necesitamos todas las personas para vincularnos unas a otras, para vivir en sociedad.

Notas tomadas in situ por Inmaculada Asensio Fernández, Directora de la Estrategia Ética de los servicios sociales de Andalucía.

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