Alcanzar un estado de ´centro vacío´ en las relaciones interpersonales: el arte de vaciarse para enriquecerse

Alcanzar un estado de centro vacío se consigue ejercitando la escucha activa y la disposición para aceptar la verdad del otro. Especialmente en momentos de conflicto, este vacío nos permite acercarnos sin las armas de la defensa y con una disposición abierta, lo que facilita el entendimiento y la resolución pacífica de los problemas.

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Este verano, durante un almuerzo con Natividad De la Red Vega, mantuvimos una conversación que no me dejó indiferente. Natividad me habló sobre la idea de que, para mejorar nuestras relaciones interpersonales, debemos vaciarnos de nosotras mismas para poder enriquecernos con lo que nos aporta la otra persona. Sus palabras resonaron profundamente en mí, y me conectaron con el concepto del «centro vacío» del autor Bert Hellinger del que mi amiga María Giménez me ha hablado algunas veces: un espacio interno donde cada persona se libera de sus asuntos personales, expectativas y prejuicios varios para recibir a la otra persona plenamente.

Este proceso, por tanto, implica liberarnos de las expectativas rígidas que tenemos sobre la relación con el otro, permitiéndonos fluir con naturalidad.

A lo largo de mi vida y mi carrera profesional he comprobado que este vaciamiento consciente es esencial para crear vínculos profundos, genuinos, e incluso duraderos. El «centro vacío» al que también hace referencia Hellinger, no es un vacío de carencia, sino un vacío que permite la plenitud en potencia, un lugar de apertura donde, al desprendernos de nuestro propio diálogo interno (incesante), podemos encontrarnos verdaderamente con la otra o el otro. De este modo, es que se consigue ese enriquecimiento del que me habló con tanto interés Natividad -al menos así me llegó a mí- donde la conexión humana florece sin las limitaciones de los sucesos e interpretaciones varias de la realidad que nos traspasan constantemente.

¿Por Qué Vaciarse?

En el núcleo de toda relación reside el equilibrio entre dar y recibir, de hecho, cuando este equilibrio se rompe también es muy probable que se rompan las relaciones. Si las necesidades e ideas de una parte de esa relación ocupan todo el espacio, no permite que surja el lugar para que el otro o la otra emerja en su autenticidad y esplendor, se produce una sobrecarga en una de las partes que termina generando incomodidad e incluso rechazo en la otra.

Natividad me recordó que este vaciamiento nos permite enriquecer nuestra visión del mundo, no solo como un acto de generosidad hacia la otra persona, sino como una oportunidad para mejorar como personas, desde el punto de vista moral y humano. Desde luego, alcanzar ese estado de vacío de nosotras mismas no implica renunciar a ser quiénes somos, ni implica un sometimiento, aunque sí un acto de grandeza (entendida como un estado elevado de amar al prójimo) y de generosidad, sin renunciar a nuestra identidad, y para abrirnos a una experiencia compartida desde la esencia y el respeto mutuos.

La conversación con Natividad De la Red fue un recordatorio de que la verdadera conexión entre seres humanos surge cuando nos vaciamos de nosotras para llenarnos del otro. Practicar el «centro vacío» no solo mejora nuestras relaciones, sino que nos permite tener una vida más plena y en armonía con quienes nos rodean. Como trabajadora social, amiga o compañera, creo que este es el mayor regalo que podemos ofrecer y recibir de los demás.

Inmaculada Asensio Fernández.

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