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Esta semana se ha inaugurado un espacio físico reacondicionado en la planta -1 del Centro de Especialidades Bola Azul (Almería), destinado a la atención de la salud mental comunitaria de la infancia y adolescencia en el Distrito Almería. Este nuevo entorno promete mejorar las condiciones de trabajo del equipo que lleva funcionando desde 2022, pero no responde a las carencias estructurales que enfrentan los profesionales para atender una demanda en constante crecimiento.
Un equipo comprometido, pero con recursos limitados
El equipo de Salud Mental Comunitaria para la Infancia y Adolescencia está formado por una psiquiatra, dos profesionales de la psicología clínica, una enfermera especialista en salud mental y media jornada de una trabajadora social. Sí, media jornada, ya que la profesional de trabajo social debe dividir su tiempo entre este servicio y la atención de la población adulta.
Ahondando aún más en la verdad, tanto la psiquiatra, como una de las psicólogas, así como la enfermera y la trabajadora social a media jornada, han sido cedidos desde la USMC de personas Adultas, con el menoscabo correspondiente para la población adulta, cuya demanda de atención es bastante elevada también. Por tanto, este equipo sólo tiene asignado realmente a un Psicólogo Clínico, los demás todos cedidos en un acto de buena voluntad (no hablamos de derechos).
Crece la demanda, también aumentan los dispositivos y servicios, pero no se aumentan las plantillas de profesionales.
Aunque los comunicados oficiales hablan de dos psiquiatras y mencionan “personal de trabajo social”, las cifras reales muestran un equipo ajustado al límite, que no puede cubrir de manera integral las necesidades de una población de 320.000 habitantes en Almería centro y su periferia. La carga asistencial es significativa: alrededor de 30 nuevas familias a la semana y más de 100 seguimientos activos.
El trabajo social es un servicio a medias en este equipo
El trabajo social en estos equipos se encarga de abordar la salud mental desde una perspectiva sociosanitaria, así como integral junto al resto del equipo clínico, sirviendo de enlace entre familias, centros educativos y servicios públicos y privados, ya que también se trabaja con el tejido asociativo. La trabajadora social del equipo no sólo interviene en los casos derivados, sino que también realiza visitas conjuntas con trabajadores sociales de atención primaria y de los servicios sociales, así como se coordina con los equipos de violencia de género, justicia, y con el personal de orientación educativa, por poner algunos ejemplos.
Como trabajadora social que soy, me voy a detener un poco más en sus funciones, sin entrar en las del resto del equipo:
- Atención directa a personas menores de edad y a sus familias atendidas en el servicio, canalizadas a través de su equipo.
- Detectar y notificar, junto con el equipo, sospechas de maltrato infantil mediante el Sistema de Información para la Infancia en Andalucía (SIMIA).
- Coordinar con centros educativos para gestionar apoyos escolares, abordar casos de bullying y exclusión en el entorno educativo, así como asegurar que los menores con necesidades específicas cuenten con las adaptaciones necesarias en el aula.
- Acompañar a familias en situación de vulnerabilidad, ayudando a tramitar becas o apoyos económicos que mejoren la calidad de vida de los menores.
- Trabajar con el Servicio de Protección de Menores para casos que requieren una intervención con población declarada en desamparo, o en proceso de adopción/ post- adopción.
Conociendo al equipo desde dentro
Conozco de primera mano al equipo que está al frente de esta unidad de salud mental infanto-juvenil. Son personas extremadamente motivadas y trabajadoras, comprometidas con cada persona menor de edad y con cada familia atendida. En mi caso, como trabajadora social que ejerce al cincuenta por ciento en este equipo, puedo decir con total sinceridad que aprecio muchísimo trabajar con personas de este calado, ya que me aportan desde una dimensión que estimula en mí la autorrealización.
Aún así, debo ser honesta y afirmar que diariamente corro como pollo sin cabeza por los pasillos de la Bola Azul, no por falta de ganas, sino porque el tiempo no alcanza para cubrir todas las necesidades que enfrentamos día a día. La dedicación parcial del perfil del trabajo social dificulta (más bien impide) un seguimiento adecuado y limita la capacidad de acción frente a casos complejos que requieren participación en sesiones clínicas o en los grupos. Es complejo.
Ceremonia de inauguración de las mejoras estéticas
La ceremonia de apertura se presentó como un avance significativo en la atención de la salud mental de la infancia y adolescencia, pero las profesionales de la unidad sabemos que, más allá de las mejoras estéticas, no se han reforzado los recursos humanos, fundamentales para garantizar una atención integral y sostenida.
Resulta sintomático que en los actos de inauguración predominen las figuras políticas y de gestión, mientras los y las profesionales de atención directa, quienes podrían exponer las verdaderas necesidades del servicio, queden en segundo plano, incluso la mayor parte de las veces dentro de sus consultas. Esta dinámica invisibiliza las carencias estructurales y perpetúa una narrativa más enfocada en el impacto mediático y en el brilli brilli, más que en las soluciones reales.
La importancia de la infancia en hechos, no sólo en palabras
La infancia y adolescencia son declaradas prioritarias en todas las políticas públicas, desde el principio del interés superior del menor. La adecuación del espacio físico es muy importante, pero no puede ser el único núcleo de la noticia. Es urgente ampliar los recursos del equipo, reforzar el trabajo social con una jornada completa, y garantizar que las cifras presentadas en los comunicados oficiales reflejen la realidad, no sólo en los papeles.
Sin contar con suficiente personal para ocupar esos espacios, y completar los equipos bio-psico-sociales, ya me dirán ustedes cómo se puede trabajar en contextos terapéuticos, donde el vehículo que conduce al ser humano, desde el síntoma hacia la recuperación, pasa necesariamente por la palabra, la presencia, la contención del espacio y las estrategias de intervención que ponen en marcha las y los profesionales que trabajan en salud mental.
La verdad no sólo consiste en informar de lo que se inaugura, sino también en visibilizar lo que aún falta para garantizar que las personas menores de edad y sus familias reciban la atención que merecen. La salud mental de la infancia y adolescencia no es un juego, y no necesita gestos vacíos ni discursos complacientes, sino un compromiso político real y sostenido en el tiempo, que parta de reconocer las carencias como única vía para empezar a solucionarlas.
Inmaculada Asensio Fernández.
