Por Inmaculada Asensio Fernández.
En el marco de las I Jornadas Provinciales de Servicios Sociales de Almería, celebradas el 11 de octubre de 2024 en Roquetas de Mar, se presentó el nuevo modelo de servicios sociales impulsado por el Consejo General del Trabajo Social. Entre las aportaciones destacadas en los turnos de preguntas, ha habido una intervención, la de la trabajadora social Eva Deborah Fernández Rutkowski, que me ha llegado especialmente, y que además resonó en el ámbito profesional. Ella cuenta con más de tres décadas de experiencia en el centro de servicios sociales de Chafarinas (Ayuntamiento de Almería), y su reflexión (01:17:51 a 01:20:25 del vídeo oficial de las jornadas) trasciende lo anecdótico y se erige como un diagnóstico valiente sobre la situación actual del trabajo social en los servicios sociales: dividido entre la vocación y las rígidas y exigentes estructuras institucionales, además de atravesado por la creciente demanda social (lo que se hace llamar presión asistencial en el ámbito de la salud, y alta frecuentación en el ámbito de las visitas a los servicios de urgencias médicas).
La afirmación inicial de Fernández Rutkowski asevera «a mí me encanta ser un servicio público, lo que pasa es que ya no me encanta el estrés y el agobio que tengo todos los días», lo que supone un testimonio directo del desgaste emocional y profesional que enfrentan muchas trabajadoras sociales en servicios sociales comunitarios. En el caso de Eva, tras 33 años de ejercicio, identifica el estrés crónico y el agobio como constantes diarias en un contexto donde las cargas laborales no han dejado de crecer, y no se aventuran cambios positivos en este sentido, más bien todo lo contrario. Esta realidad no solo compromete el bienestar de las y los profesionales, sino que amenaza con diluir la esencia del trabajo social como motor de transformación social, si no reaccionamos de manera contundente.
Desde un enfoque técnico, el estrés laboral en los servicios sociales comunitarios puede analizarse en el marco del síndrome de desgaste profesional o burnout, una condición que, según múltiples estudios, afecta de manera desproporcionada a profesionales del ámbito social.
Investigadores de la Universidad de Málaga han publicado un estudio en el que identifican a los trabajadores de servicios sociales como uno de los grupos profesionales con mayor posibilidad de experimentar el síndrome de quemarse en el trabajo o ‘burnout’, motivado por las características propias del puesto, por los recortes económicos de los últimos años y por la situación pandémica, según se señala en este trabajo.
Sin embargo, la intervención de Eva no se limita al diagnóstico personal, sino que avanza hacia una llamada a la acción colectiva:
«Tenemos que reivindicar y salir a las calles. No podemos esperar a que las personas con responsabilidades políticas se den cuenta».
Aquí subyace una crítica implícita a la dependencia de decisiones externas para legitimar el papel del trabajo social, así como una invitación a tomar conciencia del poder intrínseco de la profesión.
El individualismo como obstáculo para el trabajo social colectivo
Uno de los aspectos más relevantes de su intervención es la crítica al individualismo dentro del propio ejercicio profesional: «Nos han hecho que tengamos que estar trabajando individualmente, y no pensamos en el trabajo en equipo, que es fundamental». Este fenómeno no es exclusivo de su experiencia; el trabajo social ha sido una profesión históricamente concebida como una disciplina colaborativa, pero ahora enfrenta problemas asociados a la fragmentación de las intervenciones y la presión por resultados inmediatos.
El trabajo individualizado responde, en parte, a las demandas administrativas y a las políticas que priorizan la cuantificación de los servicios sobre su calidad y sostenibilidad. Sin embargo, como señala la colega Fernández Rutkowski, esta dinámica tiende a aburguesar a las profesionales, desconectándolas de una praxis más crítica y solidaria.
Es urgente recuperar el trabajo social como práctica colectiva y comunitaria, donde el empoderamiento grupal y la acción conjunta vuelvan a ocupar un lugar central.
Eva Fernández ofrece una enumeración reveladora de las responsabilidades asignadas al trabajo social en la actualidad: Ingreso Mínimo Vital, ayudas económicas, temas de familia, dependencia… y ahora el programa básico. Esta sobrecarga funcional es el resultado de un diseño estructural que deposita en los servicios sociales la gestión de una diversidad de problemáticas sin reforzar los recursos ni ampliar las capacidades de respuesta, y todo muy burocrático, muy administrativo.
Las palabras de Eva: «no somos hadas madrinas, no nos podemos multiplicar» sintetiza de manera contundente esta contradicción. Las trabajadoras sociales se ven obligadas a asumir múltiples roles, desde la gestión burocrática hasta el acompañamiento emocional, sin un reconocimiento proporcional a su esfuerzo. En este sentido, las palabras de Eva reflejan su enorme hartazgo acerca de la sobrecarga de tareas, incluso amenaza -entre risas- sobre la posible objeción de conciencia que se tendrá que plantear respecto a la asunción de nuevas tareas, como el programa básico. Estas expectativas institucionales desmedidas no consideran la realidad operativa de los servicios sociales.
La intervención de Eva Deborah Fernández Rutkowski no solo es una reflexión personal, sino también una invitación a cuestionarnos el rumbo del trabajo social en los servicios sociales. Hace un llamamiento a la reivindicación y al reconocimiento colectivo, y resalta la necesidad de articular un modelo más sostenible y equitativo que permita a las trabajadoras sociales ejercer su labor sin caer en el agotamiento o el conformismo.
Emiliana Vicente, Presidenta del Consejo General de Trabajo Social, toma la palabra para señalar que la profesión necesita revalorizar su identidad como un pilar indispensable del bienestar colectivo, lejos de dinámicas individualistas y burocráticas que diluyen su esencia. Apela a no buscar el reconocimiento de manera externa, sino más bien desde dentro, y cada persona desde su propia identidad individual también. Como profesionales de primera línea, multifacéticos y formados en competencias sociales, debemos tomar nuestro espacio y hacernos valer, sentándonos a negociar con quién sea necesario, pero nunca soportando un trato indigno y desmerecido,
El cambio comienza desde dentro, con una mayor autoconciencia profesional y una apuesta decidida por la acción colectiva. Juntas y unidas somos más fuertes.
Inmaculada Asensio Fernández.
Referencia:
Intervención de Eva Deborah Fernández Rutkowski, trabajadora social de SSC en el centro de servicios sociales comunitarios de Chafarinas, del Ayuntamiento de Almería. Vídeo oficial de las jornadas, minuto 01:17:51 a 01:20:25.
