Batman decide no acabar con el Joker, y algunas corrientes éticas pueden explicar el porqué de su decisión

Imagen tomada de este link: https://www.revistaanfibia.com/batman-no-mata-al-guason/

A veces, en la vida, nos encontramos con decisiones que parecen tener una única salida. Situaciones en las que sentimos que no hay más opción que actuar de una determinada manera. Pero luego, cuando miramos con más calma, nos damos cuenta de que no todo es tan simple. Hay algo dentro de nosotros que nos frena, que nos dice que hay otra forma, incluso si no la vemos con claridad en ese momento.

Algo así le ocurre a Batman cada vez que enfrenta al Joker. Podría acabar con él, y en términos pragmáticos, su decisión parecería lógica: Gotham City /ciudad ficticia/ estaría más segura, muchas personas se ahorrarían sufrimiento y él mismo dejaría de cargar con la responsabilidad de detenerlo una y otra vez. Nadie lo juzgaría, más bien lo alabarían, y, sin embargo, Batman no lo hace.

La decisión de Batman nos plantea un dilema muy claro ¿Qué hacemos cuando tenemos el poder de acabar con una amenaza? ¿Cómo decidimos cuándo cruzar una línea y cuándo no? En este caso, la ética nos ofrece distintas maneras de comprender su razonamiento.

Desde la ética principialista, hay valores que deben respetarse sin excepciones. No importa cuántas veces el Joker haya sembrado el caos, ni cuántas personas haya lastimado. Para Batman, hay una línea que no puede cruzar desde la máxima ética de no matar. Si lo hiciera, traicionaría el principio en el que ha basado toda su lucha por la justicia: la dignidad de cada persona. En su mundo, el fin no justifica los medios, y aunque matar al Joker podría traer paz, hacerlo significaría convertirse en lo mismo que combate, de manera que no traería la paz para sí mismo.

Pero esta no es la única forma de ver el razonamiento ante su decisión última. Si seguimos la ética consecuencialista, lo importante no son los principios, sino las consecuencias. Desde esta perspectiva, lo que debe evaluarse es el impacto de cada decisión. Si dejar con vida al Joker significa que más personas sufrirán, entonces lo correcto sería acabar con él. Al fin y al cabo, si su existencia solo genera dolor, eliminarlo podría entenderse como un acto de justicia, porque beneficiaría a un número considerable de personas: no olvidemos que el Joker va asesinando a todas las personas con las que se cruza, con total impunidad.

Sin embargo, si Batman actuara así, algo dentro de él quedaría roto para siempre. Y aquí entra en juego la ética de las virtudes. Aristóteles decía que lo que hacemos no solo define el resultado de una situación, sino la persona en la que nos convertimos. La gran pregunta no es si matar al Joker sería útil, sino quién sería Batman después de cometer un acto tan atroz, todo él cambiaría por completo. En el momento en que cruce esa línea, ya no podrá volver atrás y ser la persona que era antes. Habría roto su propio código de ética personal, y aunque nadie lo supiera, él sí lo sabría, y tendría que aprender a vivir con eso el resto de su vida. No se trata solo de hacer lo correcto en una ocasión, sino de forjar el carácter a lo largo de la vida con nuestras decisiones.

Pero, más allá de los principios, las consecuencias y la virtud, hay otra posible explicación lógica para la decisión de Batman, desde el enfoque de la ética de la compasión. Aquí el planteamiento moral es desarrollar la capacidad de comprender al otro, no de justificarlo, pero sí de verlo en su totalidad. Las personas que hemos visto la magnífica película de El Joker, protagonizada por Joaquín Phoenix, hemos conocido al personaje antes de convertirse en villano. En esa película se muestra que el Joker es el resultado de una vida marcada por la exclusión y el abandono de sus padres, así como el maltrato de su madre, y la sociedad de referencia no le brindó las oportunidades para escapar de esa situación de maltrato desde su más tierna infancia. En la película sientes el dolor que sintió el personal de el Joker, te solidarizas con ese niño abusado hasta que llegó a la vida adulta profundamente desadaptado. El rechazo es lo único que se replica en su vida. En la actualidad, su comportamiento no solo refleja su caos y su falta de amor, sino también la falta de una intervención adecuada que lo librara de tanto mal. Más que un castigo, lo que realmente necesitaría es el acompañamiento de una institución psiquiátrica que pudiera reparar un poquito todo ese daño irreversible, y ayudarlo a encontrar su lugar en el mundo.

Batman entiende que el Joker no nació siendo el Joker. Su locura y su maldad son el resultado de un pasado muy desgraciado. Eso no significa que deba perdonarlo o dejarlo libre, pero sí que no puede asumir el papel de ejecutor. El Joker deberá recibir todo el peso de la ley, pero también un tratamiento adecuado.

Finalmente, hay otra perspectiva que nos ayuda a entender su decisión: la ética dialógica. Jürgen Habermas nos recuerda que la justicia no debe ser determinada por una sola persona, sino por la comunidad, a través de la construcción de procesos dialógicos. Batman no puede decidir quién vive y quién muere porque no es su papel. La justicia es un sistema en el que intervienen muchas voces, y aunque él tenga el poder de acabar con el Joker, hacerlo sería una sentencia dictada en solitario.

Todas estas formas de ver la ética nos llevan al mismo punto: Batman no mata al Joker porque eso lo cambiaría para siempre. No se trata solo del bien o del mal, sino de quién decide ser. De la misma manera, cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, nos encontramos situaciones en las que las decisiones no son A o B, sino que hay otras posibilidades.

¿Cuántas veces hemos sentido que alguien merece una respuesta dura, pero hemos elegido no darla porque sabemos que nos haría daño a nosotros mismos? ¿Cuántas veces hemos pensado en tomar un atajo, pero hemos decidido no hacerlo porque valoramos nuestra integridad?

Batman nos enseña que, en muchas ocasiones, la verdadera fortaleza no está en actuar con impulsos, sino en saber cuándo no hacerlo. Porque al final, la ética no es solo una cuestión de lo que es correcto o incorrecto, sino de quién queremos ser, y de actuar en base a la PRUDENCIA.

Por Inmaculada Asensio Fernández.

Deja un comentario