Cuestiones éticas a considerar en la aplicación del internet de las cosas a los cuidados domiciliarios

Inmaculada Asensio Fernández, directora de la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía. Congreso “Vivir en Casa”, organizado por la Universidad de Málaga (2025).

Inmaculada Asensio Fernández, Natividad De la Red Vega y Francisco Javier Jiménez Gómez (2025)

Presentación

Buenos días, en primer lugar agradecer a la organización por darme la oportunidad, una vez más, para acudir a este encuentro anual para hablar de ética aplicada a los servicios sociales. Este año especialmente contenta, ya que comparto mesa con mi queridísima amiga Natividad De la Red.

El año pasado estuve presentando una propuesta metodológica de una herramienta de Auditoría Ética aplicada a los cuidados domiciliarios con IA, pues precisamente me encuentro realizando la tesis doctoral en Auditoría Ética aplicada a los servicios sociales.

En esta ocasión voy a tratar de trazar una especie de brújula que nos ayude a tener claro cual es el norte que no debemos perder, en lo que a ética del cuidado se refiere, en la aplicación y uso de las nuevas tecnologías a los programas de cuidados domiciliarios a personas con discapacidad, personas mayores o personas en situación de dependencia.

Vamos a partir de un concepto multidimensional del cuidado que nos va a servir para el planteamiento posterior de las cuestiones éticas a tener en cuenta en la dispensación de apoyos o cuidados domiciliarios con ayuda de estas tecnologías.

El concepto de cuidado

El cuidado se entiende como una actividad compleja, necesaria para el sostenimiento de la vida, que incluye acciones materiales, afectivas y relacionales (Ministerio de Sanidad y Política Social, 2009). Requiere del uso de recursos para lograr que la vida de cada persona esté basada en la vigencia de los derechos humanos, prioritariamente el derecho a la vida en primera persona (Marcela Lagarde, 2003). La OMS (2013) define el autocuidado como la capacidad de las personas, las familias y las comunidades para promover y mantener la salud y para prevenir enfermedades y hacerles frente con o sin el apoyo de un trabajador de la salud o asistencial.

Según estas definiciones, el acto de cuidar es una actividad compleja que implica:

  • sostener la vida, y por tanto,proteger el derecho a la vida en primera persona.
  • promover y mantener la salud, y prevenir la enfermedad.
  • acciones materiales: tareas para atender las necesidades básicas de una persona (asistencia en la higiene personal, alimentación, administración de medicamentos y movilizaciones, por ejemplo).
  • acciones afectivas: componente emocional del cuidado (ofrecer consuelo, estar presente y disponible para escuchar y aliviar angustias; demostrar empatía, comprender y compartir los sentimientos de la persona cuidada; fomentar la confianza, crear un ambiente seguro donde la persona se sienta valorada y comprendida).
  • acciones relacionales: se centran en la interacción y comunicación entre el cuidador y la persona cuidada, así como con su entorno (establecer una comunicación efectiva, facilitar el diálogo abierto y honesto, coordinar con otros profesionales de la salud, asegurar una atención integral y coherente; involucrar a la familia y comunidad y promover una red de apoyo amplia y sólida, las relaciones están en el centro de la actividad del cuidado).

Desde este enfoque, el cuidado no es solo asistencia funcional: es promoción de la autonomía, es afecto, es vínculo, es presencia, y es dignidad, así como la generación de todo tipo de experiencias significativas para la persona cuidada, para su bienestar y para su felicidad. Y toda tecnología que entre en este campo debe perseguir eso.

Proyecto Vivir en Casa

Vivir en Casa es un proyecto que combina tecnologías de domótica, robótica de asistencia, inteligencia artificial y una plataforma de gestión, cuya finalidad es apoyar y complementar el sistema de cuidados humanos de cada persona beneficiaria —no sustituirlos— permitiendo detectar riesgos, apoyar rutinas, mantener la comunicación con el entorno familiar y profesional, y garantizar intervenciones más precisas y centradas en la persona. Su enfoque es reforzar la autonomía, la seguridad y la dignidad del ser humano que recibe estos complementos en su entorno. De este modo, estas tecnologías actúan como apoyos complementarios, no sustitutivos, del acompañamiento humano.

El modelo de atención centrado en la persona parte de una concepción ética de los cuidados que sitúa a la persona como centro del sistema y protagonista de su vida cotidiana»

1. Domótica (automatización del hogar).

Sistema domótico inteligente, con dispositivos cableados (KNX) e inalámbricos, cuya finalidad es facilitar la vida diaria, minimizar riesgos y aportar datos para la personalización de los cuidados: control de iluminación, climatización, persianas; sensores de movimiento, caídas, apertura de puertas y ventanas; alarmas automatizadas (como salida nocturna de la cama); integración con sistemas de aviso a familiares o profesionales.

2. Robótica de asistencia (robot Temi y otros).

Robot móvil de telepresencia que asiste a la persona en tareas cotidianas, cuya finalidad es reducir el aislamiento, fomentar rutinas, apoyar la autonomía desde un enfoque integrador: recordatorios de medicación o citas; comunicación por videollamada con familiares o cuidadores; acompañamiento simbólico e interacción verbal; información contextual como la agenda del día, noticias o el clima.

3. Inteligencia artificial y análisis de datos.

Sistemas de IA integrados en el ecosistema tecnológico del hogar, cuya finalidad es anticipar riesgos y adaptar el acompañamiento social a partir de evidencias cotidianas: monitorización de hábitos y detección de cambios; generación de alertas automatizadas por inactividad o conductas inusuales; aprendizaje de rutinas y personalización progresiva de la intervención.

4. Plataforma digital de gestión.

Sistema de seguimiento e integración de información relevante, cuya finalidad es respaldar la toma de decisiones desde una lógica interdisciplinar y basada en datos: visualización remota del estado de la persona; coordinación entre áreas técnicas, sociales, sanitarias y familiares; mejora continua del Plan de Apoyo Personalizado en función de la evolución de la persona y el entorno.

Para lograr esta perfecta integración entre los humano y lo tecnológico, el proyecto se estructura en dos áreas: un área de ingeniería domótica y telecomunicación, y otra de trabajo social. Mientras la primera se ocupa de la instalación, adaptación y mantenimiento de los sistemas tecnológicos; la segunda se ocupa del diseño y seguimiento de los planes de intervención.

En este sentido, el trabajo social y la ingeniería deben dialogar éticamente, no solo funcionar operativamente. Ambas tienen responsabilidades distintas, pero complementarias, en la protección de la dignidad, la privacidad, la autonomía y los vínculos de la persona usuaria con su entorno. Solo una colaboración ética deliberada entre ambas áreas puede garantizar que las tecnologías se integren de forma humanizante y respetuosa con los derechos de las personas usuarias del Sistema Público de Servicios Sociales de Andalucía.

La ética del cuidado planteada por Carol Gilligan (1982) y desarrollada por autoras como Virginia Held (2006), Joan Tronto (1993) o Eva Kittay (1999), sitúa en el centro del cuidado las relaciones humanas, la atención a la vulnerabilidad y la responsabilidad mutua. Propone una ética encarnada, desde la realidad concreta de las personas, sus cuerpos, emociones, relaciones y sensible a los contextos de vida. Es una ética que habita en lo cotidiano, en la experiencia viva del cuidado, que se ejerce con el cuerpo, la empatía, la escucha, el compromiso, y que reconoce la importancia del vínculo humano y de la presencia real, en la que reconocemos que el otro importa.

Vivir en Casa se plantea como un sistema de apoyos complementarios, no sustitutivos, del cuidado humano, y este es también parte de su potencial: la posibilidad de ayudar al cuidador.

No obstante, la integración de tecnologías sensibles en espacios íntimos también plantea riesgos éticos que tenemos que tener en cuenta.

Si entramos en conversación con este proyecto, desde una perspectiva ética, lo primero que vamos a evidenciar es el bien que persigue el proyecto para la comunidad humana, poniendo a las máquinas al servicio de las necesidades de los seres humanos, y no al revés. Esto es muy importante, porque da fundamento y sentido a la existencia de proyectos de este tipo.

Recientemente escuché una conferencia de Adela Cortina en la que se hablaba sobre la Ética de las Máquinas. En esta conferencia, Adela nos recordó que para conducirnos adecuadamente en los procesos de toma de decisiones, todo vinculado a la irrupción de estas nuevas tecnologías, necesitamos tomar en consideración dos importantes señalamientos:

En primer lugar, los mapas de carretera morales o guidelines éticos, que se concretan en normas, códigos de conducta o instrumentos varios como las guías de buenas prácticas. Estos mapas pueden ofrecer respuestas, pero no para todo, desde luego no para la novedad o lo no previsto, y esto puede provocar que en algunos momentos no sepamos por dónde caminar.

En segundo lugar, por tanto, habla de incorporar una brújula que sea capa de señalar el norte para esas situaciones en las que nos encontremos un poco perdidos. Y para ver lo que señala el norte, afirma Cortina, tenemos que preguntarnos qué es lo que queremos los seres humanos de estas tecnologías.

Para saber qué quieren los seres humanos que requieren cuidados lo más coherente sería preguntárselo directamente a ellos. Y más aún: escuchar a cada persona en su singularidad, porque no hay una única forma válida de ser cuidado. Cada ser humano tiene su historia, su manera de vivir, de decidir, de sentir… y eso debe ser reconocido como punto de partida.

Sin embargo, para realizar un primer acercamiento a la cuestión, sin sustituir la voz de cada persona, pero intentando comprender qué principios deben guiar los cuidados éticos, he recurrido a diversos marcos teóricos que ayudan a reflexionar sobre el buen vivir y el buen cuidar, concretado, por tanto, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y las libertades fundamentales1 (Dafna Feinholz, 2023, 2024); la Jerarquía de Necesidades de Maslow (1943, 1969), el modelo de calidad de vida propuesto por Shalock y Verdugo (2002), y el modelo de atención centrado en la persona, y el enfoque de la auditoría ética aplicada al trabajo social desarrollada por Frederic G. Reamer (2001).

De todos estos marcos, junto con lo aprendido desde la práctica y la escucha como profesional con una dilatada trayectoria en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía, extraigo algunas ideas clave que podrían ayudarnos a no perder el norte ético cuando hablamos de cuidados mediados por tecnología.

El norte ético

La gran pregunta que articula todo el enfoque es:¿Qué queremos los seres humanos de estas tecnologías en cuanto a nuestros cuidados?

  1. Queremos recibir un trato respetuoso y un cuidado digno en el que nos sintamos bien tratados (intimidad, identidad personal, proyecto de vida propio, creencias, edad adulta…). Que nuestras opiniones y preferencias sean tenidas en cuenta en todo momento en nuestra forma de vivir la vida, y que el acto de ser cuidados no nos dañe física, emocional o moralmente.
  2. Queremos vivir en nuestro entorno habitual de residencia, familiar o vecinal, y participar de la vida comunitaria, sin quedar aislados ni apartados.
  3. Queremos sentirnos seguros en nuestros hogares, tanto personal como emocionalmente. pero no vigilados ni invadidos (espiados) en nuestra intimidad, ni en nuestras conversaciones ni en nuestra forma de vivir. Queremos que nuestro cuidado recaiga en las manos adecuadas para nosotros, una persona en la que podamos confiar (las máquinas no son confiables, las personas sí).
  4. Queremos proteger nuestra privacidad y saber con antelación en qué aspectos vamos a ser monitorizados en el día a día. Tener derecho a espacios de vida libres de tecnología. En este sentido, es esencial protegernos frente al hackeo o el uso indebido de nuestros datos.
  5. Queremos estar informados previamente respecto a los temasque nos afecten en los cuidados, y tomar decisiones compartidas de manera libre, consciente y sin coacciones, contando siempre con la información necesaria de manera previa.
  6. Queremos mantener al máximo nuestra autonomía y nuestras capacidades durante el mayor tiempo posible, sin que decisiones anticipadas o automatizadas nos sustituyan o debiliten en nuestras capacidades. Queremos, en todo caso, apoyos para tomar decisiones, permitiendo nuestra participación y la de nuestra unidad de convivencia, para que la ayuda no exceda los límites de nuestro nivel de desempeño en las ABVD y no nos haga depender aún más. No queremos ser sustituidos por máquinas. Queremos que la tecnología nos acompañe pero sin limitarnos en nuestras capacidades y/o habilidades, esas que nos hacen humanos.
  7. Queremos poder recibir apoyos para llevar una vida independiente, sin sentirnos una carga para otras personas. Por tanto, queremos que nuestras personas cuidadoras se sientan apoyadas y cuidadas también de algún modo (orientación y acompañamiento social).
  8. Queremos tener oportunidades de contacto humano e integración social, mantener nuestras relaciones significativas y vínculos humanos con quienes amamos, y, en general, con nuestra comunidad de referencia. Queremos afecto, escucha y contacto humano. No queremos relaciones deshumanizadas, y que las labores de cuidado se transformen en directrices sin alma o sin emoción. ni la sustitución de vínculos humanos por automatismos sin sensibilidad.
  9. Queremos participar en la vida comunitaria y en actividades gratificantes. Las tecnologías como un aspecto complementario, no central en la vida de la persona.
  10. Queremos vivir libres de discriminaciones, también en el acceso a estas tecnologías, sin que nuestra edad, género, situación económica o discapacidad supongan una exclusión.
  11. Queremos seguir sintiéndonos personas valiosas, con deseos, con historia y con futuro. Esto se relaciona con las necesidades de autorrealización, reconocimiento y sentido vital.
  12. Queremos tener oportunidades para realizarnos, para sentirnos reconocidos y para seguir encontrando sentido a la vida, incluso en las situaciones de dependencia.

Esto no es una utopía. Esto es lo mínimo ético para no perdernos en el camino acelerado de lo tecnológico.

Cuestiones éticas generales a tener en cuenta en la prestación de cuidados

Ante la irrupción antropológica de nuevas formas de cuidado a través de tecnologías avanzadas en los espacios íntimos de convivencia, se sugiere tomar en consideración las cuestiones que pueden interferir en la calidad ética de estos planes de cuidados:

1. Revalorizar el componente humano del cuidado

Promover un enfoque humano-centrista que reconozca la dignidad, la singularidad y el valor irreemplazable de cada persona.

El uso de tecnología debe garantizar un trato digno, afectivo y respetuoso, siempre como apoyo a la actividad del ser humano. No debe sustituir al humano, ni tampoco la interacción humana, sino ser un elemento facilitar de la misma.

Las personas deben conocer los derechos que las asisten, especialmente aquellos vinculados a su intimidad, identidad personal, proyecto de vida, autonomía y libertad.

2. Preservar los vínculos humanos como núcleo de la experiencia de cuidado

Asegurar que el afecto, la presencia y la relación humana sigan siendo el centro de toda atención.

La interacción humana es insustituible: los robots no dispensan afecto, ni pueden sostener vínculos significativos.

Es necesario establecer límites claros entre la comunicación artificial y la comunicación entre personas, así como reforzar las relaciones familiares, vecinales y comunitarias.


3. Favorecer que las personas puedan llevar a cabo un proyecto de vida con sentido

Asegurar que cada persona, incluso en contextos de dependencia, tenga la posibilidad de vivir con sentido, de sentirse valiosa, reconocida y con futuro.

El Plan de Apoyo Personalizado debe respetar ese proyecto de vida, garantizar experiencias significativas y humanizar la atención.

También debe definir con claridad las condiciones de revisión o finalización del plan, tanto voluntarias como no voluntarias.

4. Apoyar la permanencia de las personas en su entorno comunitario

Facilitar que las personas puedan continuar viviendo en sus hogares habituales y participando de la vida comunitaria.

Evitar el aislamiento y la deslocalización social provocada por entornos excesivamente tecnologizados o desconectados de la realidad vecinal y afectiva de la persona.

5. Garantizar el consentimiento libre, previo, informado y continuo

Toda tecnología aplicada al cuidado debe contar con el consentimiento explícito, informado y renovable de la persona beneficiaria.

Debe explicarse claramente qué se monitoriza, qué datos se recogen, qué riesgos existen (como hackeo o pérdida de intimidad), y ofrecer siempre la posibilidad de decidir de forma libre y sin coacciones. No se deben aplicar automatismos impuestos, sino decisiones compartidas y conscientes.

6. Proteger y promover la autonomía personal y el derecho a una vida independiente

La tecnología debe servir para apoyar la toma de decisiones, preservar la autonomía y favorecer una vida lo más independiente posible, no para sustituir a las personas ni hacer por ellas lo que aún pueden hacer por sí mismas.

Es fundamental evitar que estos sistemas generen nuevas formas de dependencia, infantilización o sobreprotección, debilitando así las capacidades que la persona conserva.

Los apoyos deben adaptarse al nivel de desempeño real de cada persona en las actividades básicas de la vida diaria, sin invadir ni sobrepasar sus límites personales.

Además, se debe promover el derecho a decidir, con las medidas de apoyo necesarias en su caso, para que la ayuda no reste protagonismo, sino que acompañe desde el respeto a la libertad, la dignidad y el proyecto de vida de cada ser humano.

La autonomía también incluye cuidar a quienes cuidan, ofreciendo orientación, acompañamiento y apoyo emocional a las personas cuidadoras.


7. Asegurar la supervisión humana de los cuidados


Todo proceso de cuidado debe contar con supervisión humana significativa, más allá del control técnico.

Es imprescindible la intervención de profesionales con formación en el ámbito relacional y social, como el Trabajo Social.

Debe preverse la derivación de casos complejos, establecer criterios para su detección y garantizar respuestas adecuadas.

Asimismo, se debe prevenir cualquier forma de discriminación o exclusión derivada de edad, género, situación económica, discapacidad u origen.


8. Garantizar la seguridad sin invadir la intimidad


La seguridad no debe confundirse con vigilancia.

Queremos sentirnos protegidos, no controlados.

Es necesario evitar entornos hipercontrolados o invasivos que generen angustia o dependencia emocional.

La tecnología debe estar siempre al servicio de la persona, no a la inversa, y debe garantizar transparencia algorítmica, rendición de cuentas y protección frente a manipulaciones o engaños.



9. Proteger la privacidad y el derecho a espacios libres de tecnología


La información personal y los datos recogidos deben utilizarse exclusivamente para la prestación de los cuidados, con respeto absoluto a la intimidad.

Deben definirse claramente los límites de la monitorización y garantizar zonas y momentos de la vivienda como espacios libres de dispositivos.

Las personas deben estar informadas de forma previa, saber qué se recoge y por qué, y contar con garantías de protección frente al uso indebido de sus datos.

10. Facilitar la participación social y la conexión afectiva

El cuidado no puede convertirse en una experiencia solitaria ni deshumanizada.

Las personas necesitan mantener relaciones significativas, sentirse escuchadas, queridas y conectadas con quienes forman parte de su vida.

Las tecnologías deben facilitar esa conexión humana, no sustituirla por interacciones artificiales vacías de afecto y presencia real.

La participación en la comunidad y en actividades gratificantes debe formar parte integral del cuidado.


11. Garantizar la competencia profesional y la actualización permanente


En un ámbito en constante evolución, es esencial que las y los profesionales responsables de estos cuidados cuenten con formación actualizada, ética y técnica.

La evaluación del impacto emocional y relacional de la robotización, la consulta a profesionales cualificados y la incorporación de la investigación e innovación deben formar parte estructural de cualquier servicio de cuidados mediados por tecnología.

Reflexión final

La ética del cuidado en la era del Internet de las Cosas y la IA aplicada a los servicios sociales exige que pongamos en el centro la vida buena de las personas que reciben apoyos. Esto implica no solo garantizar un servicio funcional, sino también proteger y promover los vínculos, la autonomía, la dignidad, la intimidad, la participación y la afectividad.

Queremos seguir siendo personas valiosas, con historia y con futuro. Y eso exige decisiones éticas hoy, para que nuestros cuidados del mañana no nos deshumanicen, sino que nos permitan ser abrazados y sostenidos por quiénes nos aman y amamos. Porque, como bien dijo Adela Cortina: cuando no sepamos por dónde ir, miremos al norte: qué queremos los seres humanos respecto a nuestros cuidados.

Referencias

1 La Jefa del Departamento de Bioética y de Ética de la Ciencia de la UNESCO, Dafna Feinholz, establece como límite al desarrollo y aplicación de estas tecnologías sobre los seres humanos el respeto a los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales.

Escrita y presentada por Inmaculada Asensio Fernández.

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