La ética sirve para ayudarnos a resolver problemas

Conferencia acto de clausura del Máster de Trabajo Social Clínico del IETSC

Buenas tardes a todas las personas que estáis hoy congregadas en este acto tan importante, de clausura del Máster de Trabajo Social Clínico, me siento agradecida y verdaderamente honrada por la invitación del Instituto Español de Trabajo Social Clínico, para aportar mi granito de arena a la solemnidad de este evento académico.

La profesión de Trabajo Social se abre camino a través de cada persona de una manera distinta, única e irrepetible, y la ética es un recurso esencial para sostener y dar forma a ese camino, que es a la vez personal y colectivo. En esta conferencia de aproximadamente 40 minutos, me propongo realizar un acercamiento a lo que entendemos por ética, y su diferencia respecto a la moral, para paulatinamente aterrizar en sus utilidades en la práctica profesional, e incluso, por qué no decirlo, para el propio acto del vivir.

La ética, tal y como la entiendo en mi ejercicio profesional y como directora de la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía, no es una asignatura optativa, sino que es troncal a todo lo que hacemos y decidimos, aunque no siempre tengamos conciencia de ello.

Hace unos días leí en redes sociales un comentario de una alumna que ha finalizado este máster: y decía que si hay algo que caracteriza esta formación que estáis finalizando, es que “tiene una mirada única, centrada en lo humano”. Y precisamente por ese centrarse en la humanidad es necesario acercarnos al concepto de ética y comprender de qué modo puede orientarnos frente a las múltiples situaciones que se plantean en la vida profesional.

Esa es, en esencia, la pregunta “para qué sirve la ética” a la que Adela Cortina ha respondido a través de un libro publicado en 2013 por Editorial Paidós, y como ella misma dice, la falta de ética suele salir cara, por lo general para las personas más vulnerables que son las que acaban pagando esa falta de ética, a través de decisiones y acciones ajenas que les repercuten de forma directa.

Adela Cortina nos recuerda que es más prudente cooperar entre seres humanos, que buscar el máximo beneficio individual sin importar el resto, también señala que ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Por lo menos no funciona bien, y se va deteriorando.

Para comenzar, diferenciaré la ética de otro concepto muy próximo: la moral, y diré que aunque comparten intención, funcionan de manera distinta. Mientras que la ética es pensada, como ya anunció hace décadas José Luis López Aranguren (1958), la moral es vivida.

¿Qué quiere decir esto? La moral se adquiere con la convivencia, mediante la tradición y la costumbre, a través de la familia, la comunidad y la cultura. En general, la moral se aprende en la infancia: interiorizamos normas como “no pegarás”, “no robarás”, “no harás daño”, “respetarás a tus padres”, etc. A partir de interiorizar esas normas morales, vamos desarrollando lo que llamamos conciencia moral, esa voz interior cuya función es auto-crítica, y que examina las propias actuaciones y emite juicios de auto-alabanza o de auto-reproche (en función de si hemos actuado conforme a esos preceptos).

Pero la ética pensada se basa en otro proceso. La ética es un saber reflexivo: surge del análisis, del diálogo y de cuestionar lo que damos por hecho. No es un conjunto inmutable de normas impuestas desde fuera que tenemos que memorizar y aplicar, sino un proceso dinámico y flexible basado en la reflexión.

El valor de la dignidad humana, por ejemplo, que hoy está presente en leyes, declaraciones de derechos y políticas sociales, no se adoptó de forma espontánea, sino que ese reconocimiento es el resultado de diferentes hechos y movimientos sociales que abrieron una puerta a la reflexión sobre el valor intrínseco de todos los seres humanos, por el sólo hecho de serlo. El valor de la dignidad se abrió paso con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y este razonamiento justifica posteriormente la creación de sistemas públicos de salud o de servicios sociales universales, para garantizar una atención mínima para todas las personas, independientemente de su condición socioeconómica o de cualquier otra índole: todos los seres humanos son valiosos, o dicho de otro modo, todos tenemos un valor, tenemos dignidad.

Adela Cortina propone que la ética está profundamente vinculada al ser humano, porque es precisamente la capacidad de reflexionar lo que nos diferencia. Ella dice que todas las personas tenemos un “talante ético” (o ethos) que es el resultado de las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida. Si tendemos a actuar sólo en beneficio propio, desde el egoísmo, cultivaremos un carácter egoísta; si actuamos injustamente por comodidad o por evitar conflictos, corremos el riesgo de desarrollar un talante injusto, o negligente, si nuestras decisiones causan perjuicios en otros y las vamos replicando. Y nos sigue recordando Adela que con cada decisión vamos generando predisposiciones a actuar de la misma manera, por este motivo acabamos siendo egoístas o injustos o negligentes, tomando los ejemplos anteriores, de manera que nuestras decisiones terminan determinando nuestra identidad.

La ética se construye racionalmente -y esto es una buena noticia- ayudándose de las teorías, utilizando metodologías de análisis y deliberación, dialogando entre las personas, cuestionándonos las cosas, reflexionando, y por supuesto llevando el fruto de esta reflexión a la práctica. Y todo ello contribuye a un cambio de conciencia hacia la actitud ética.

Por intentar centrar un poco el tema, que es la resolución de problemas, en los espacios profesionales surgen con frecuencia conflictos y dilemas éticos vinculados a la práctica que, si no se abordan adecuadamente, pueden generar mucho malestar.

Como el tiempo de mi intervención es limitado, me gustaría dar unas cuantas pinceladas sobre la metodología deliberativa, que es la que se utiliza para tomar decisiones basadas en la reflexión en el ámbito de la bioética. Serán sólo unas pinceladas, pero sin entrar al detalle. No es objeto de esta conferencia ni tampoco se dispone de tiempo para ello.

¿Conocen ustedes los experimentos que se llevaron a cabo en los campos de concentración nazi por parte de personal clínico, sobre los judíos? Se cometieron verdaderas atrocidades en nombre del progreso. Todo el mundo coincide que los avances científicos procuran una mayor calidad de vida a la especie humana, y que este “progreso” es un bien común. Pero, ¿hay algún límite razonable a la experimentación sobre seres humanos con fines de progreso científico para los avances en el ámbito médico? A bote pronto, me viene un límite muy importante: no dañar.

Por tanto, vemos cómo dos valores que se consideran buenos para la comunidad humana: el avance científico y el no dañar (o no maleficencia) chocan en estas experiencias de experimentación humana.

Otro caso paradigmático es el experimento de Tuskegee (1932–1972), en el que 600 hombres afroamericanos pobres de Alabama fueron reclutados para un estudio de sífilis no tratada, sin consentimiento informado ni tratamiento siquiera después de que la penicilina se había convertido en la terapia estándar y con muy buenos resultados. De ellos, 399 ya estaban infectados con sífilis y 201 no, funcionando estos últimos como grupo de control para la comparación. A todos se les dijo que participaban en un programa sanitario para tratar la “mala sangre”, un término popular que englobaba males como anemia, fatiga o sífilis, y se les ofreció atención médica supuestamente gratuita, comidas y hasta un seguro de sepelio.

En realidad, nunca se les informó de que padecían sífilis ni del objetivo del estudio, que era observar la evolución natural de la enfermedad sin tratamiento. Incluso después de que la penicilina estuviera disponible como cura, se les negó deliberadamente su uso. Las consecuencias fueron devastadoras: al menos 128 de los hombres murieron a causa de la sífilis o de sus complicaciones, unas 40 esposas fueron contagiadas y 19 hijos nacieron con sífilis congénita. Este caso nos muestra cómo valores como el progreso científico y el beneficio social pueden chocar con el principio de no dañar, y cómo la ausencia de deliberación ética llevó a una tragedia prolongada con un enorme coste humano. Hay una pelicula que ilustra muy bien el experimento, y que se llama “Miss Evers’ Boys” (1997).

Otro ejemplo que me llega es el de Charles Whitman. En el año 1966, el Dr. Maurice Dean, psiquiatra del Centro de Salud de la Universidad de Texas, se tuvo que enfrentar a una situación bastante difícil a nivel profesional, relacionada con una masacre llevada a cabo en la misma Universidad en la que trabajaba. Tenía un paciente cuyas ideas delirantes giraban en torno a cometer asesinatos, incluso había verbalizado que quería realizar un tiroteo masivo en su Universidad, y matar a varios estudiantes indiscriminadamente. Este profesional hizo todo lo posible, dentro del contexto terapéutico, por reconducir las ideas de Whitman, pero fue en vano. Días más tarde de la última sesión, llegó a la Universidad con dos rifles escondidos en una bolsa deportiva grande, y subió al edificio más alto del campus, y desde ese lugar con visión privilegiada y central, fue disparando a todos los universitarios que pudo, y cometió una auténtica masacre.

Fuente:

Otro caso, muy analizado en la literatura científica, es el de Tatiana Tarasoff (California, 1968). Tatiana estuvo saliendo con Prosenjit Poddar, y cuando ella decidió romper la relación él se obsesionó gravemente, se dice sufrió un quiebre emocional.

Poddar consultó a un psiquiatra quién consideró que tenía un cuadro psicótico, prescribió antipsicóticos, y lo derivó al psicólogo, el Dr. Lawrence Moore, para que realizara terapia. A pesar del tratamiento, Poddar persistió en la ilusión de que Tatiana lo llegaría a amar. Para probar su amor, compró una pistola para simular una situación de alto riesgo de la cual él la rescataría. El Dr. Moore le dijo que probablemente tendría que tomar medidas forzosas para detenerlo, con lo cual Poddar salió indignado de su consulta.

El Dr. Moore analizó esta situación con sus colegas e informó a la policía del campus universitario de que Poddar estaba amenazando con asesinar a una estudiante. Los oficiales lo encontraron, pero no lo detuvieron porque lo consideraron racional. Sin embargo, la ilusión de Poddar llegó a un punto máximo. Se dirigió a la casa de Tatiana y la mató. Ella no se pudo defender porque no preveía la agresión, nadie se lo advirtió. Era ajena a la situación. Los padres demandaron a estos profesionales, y en 1974 la Corte Suprema de California consideró que, a pesar del deber de confidencialidad, también existe el deber, por parte del psicólogo, de advertir a la potencial víctima para evitar un daño grave causado por un problema psicológico de un enfermo. Los profesionales de salud mental respondieron que esta norma violaba su relación profesional “especial” y que minaría la confianza de sus pacientes. Además, es muy difícil predecir violencia y habría muchos falsos positivos (advertir a personas que en realidad no están en peligro), con lo cual a la larga sería peor.

La Corte emitió una segunda opinión. Mantuvieron el criterio de que los psicólogos tienen deberes con las víctimas potenciales, pero sólo deben aplicar un “cuidado razonable” para proteger a las personas. Es decir, el psicólogo puede tener que hospitalizar involuntariamente a un paciente para evitar daño a terceros, en lugar de advertir explícitamente a una víctima potencial.

También quiero comentar otro caso, el de Daniel Pelka (2012), que con tan sólo 4 años fue asesinado por su madre y la pareja de su madre, sin que nadie comunicara formalmente a los servicios sociales la situación en la que se encontraba, quizá por temor a represalias, por comodidad, por pensar que lo debe hacer otro profesional o servicio público, etc. Mirar hacia otro lado tiene consecuencias, de hecho, en el caso de Daniel posteriormente se habló de maltrato invisible. Daniel llegaba al colegio con moratones, comía literalmente de la basura, estaba en estado famélico, pero la madre presentaba un comportamiento seductor con los profesionales, encantador, y estos desviaban los hechos, que son tan importantes en el análisis ético de una situación conflictiva, y se centraban en las declaraciones de esta madre.

¿Y cómo nos puede ayudar la ética en estas situaciones problemáticas?

Pues el Dr. Diego Gracia Guillén (2001) diseñó el Método Deliberativo (hay muchos más, pero este es el más extendido en el ámbito de la Bioética) y aunque no podemos profundizar en sus pasos en esta intervención, si que he extraido de sus enseñanzas una especie de decálogo que nos puede orientar un poco en esta utilidad de la ética, que como hemos señalado, sirve para forjarnos un determinado carácter.

Decálogo de para qué sirve la ética cuando tengo un conflicto ético:

  • Primero, la ética nos enseña a poner el foco para identificar los conflictos éticos. Si no sabemos hacer esto, vamos por la vida como esa metáfora que muestra a un elefante paseándose por una ferretería: haciendo daño a nuestro paso.
  • Segundo, la ética nos ayuda a tomar conciencia de los valores que impulsan nuestras acciones y decisiones.
  • Tercero, la ética nos enseña a observar nuestros dilemas como valores en conflicto, para poder analizarlos y discutir con un método.
  • Cuarto, la ética nos enseña la importancia de la preparación previa de un caso, con las claves adecuadas, para poder deliberar sobre él.
  • Quinto, la ética nos enseña a establecer un cordón sanitario (a discriminar) lo que es la persona, y lo que es la situación que padece (los hechos), de manera que las personas nunca son las circunstancias que sufren, sino que tienen el derecho de vivir libres de etiquetas, lo cual nos muestra un amplio espectro de posibilidades.
  • Sexto, la ética nos muestra que cuando analizamos los cursos de acción extremos que implica la decisión que no queremos tomar, por la que dudamos, vemos claramente donde está el conflicto.
  • Séptimo, la ética nos muestra que cuando analizamos los cursos de acción intermedios (generando opciones y posibilidades de acción alejadas de los extremos) nos acercamos a una actuación prudente, en palabras de Diego Gracia. Precisamente, la prudencia suele constituirse como receta universal ante la incertidumbre, desde el punto de vista filosófico.
  • Octavo, la ética nos enseña que cuando discutimos cada uno de esos cursos de acción, desde el enfoque de los valores y las consecuencias, podemos abrir bastante el abanico de opciones para resolver nuestros problemas.
  • Noveno, la ética nos enseña la importancia de aplicar los tres filtros de consistencia para tomar decisiones éticamente responsables, que son: – la publicidad – la temporalidad – la legalidad.
  • Décimo, en definitiva, de lo que se trata es de llegar a la toma de decisiones habiendo recorrido un proceso que nos ofrece las mayores garantías de tomar decisiones éticamente responsables y fundamentadas, orientadas, por tanto, hacia la consecución del mayor bien posible, o del menor mal posible, según se mire.

Muchas veces las decisiones no son perfectas, pero se trata de buscar la mejor opción de entre las posibles, siguiendo un proceso.

Ética es sinónimo de reflexión.

Inmaculada Asensio Fernández.

Título: La ética sirve para ayudarnos a resolver problemas


Resumen:

Desde mi experiencia en la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales, insisto en que la ética no es solo teórica, sino que se ocupa de los conflictos de valores y de acción que enfrentamos día a día en la práctica profesional, y en la vida misma: qué debo hacer, qué es lo justo, cómo actuar sin dañar. Por eso, afirmo que la ética sirve para ayudarnos a resolver problemas, porque nos ofrece criterios y valores para discernir entre alternativas y fundamentar nuestras decisiones. No resuelve los dilemas con una varita mágica, ni da respuestas automáticas, pero sí nos invita a reflexionar y a buscar la mejor respuesta posible en cada contexto, permitiéndonos actuar con responsabilidad, coherencia y respeto a la dignidad de las personas.


PRESENTACIÓN:

Buenas tardes a todas las personas que estáis hoy congregadas en este acto tan importante, de clausura del Máster de Trabajo Social Clínico, me siento agradecida y verdaderamente honrada por la invitación del Instituto Español de Trabajo Social Clínico, para aportar mi granito de arena a la solemnidad de este evento académico.

La profesión de Trabajo Social se abre camino a través de cada persona de una manera distinta, única e irrepetible, y la ética es un recurso esencial para sostener y dar forma a ese camino, que es a la vez personal y colectivo. En esta conferencia de aproximadamente 40 minutos, me propongo realizar un acercamiento a lo que entendemos por ética, y su diferencia respecto a la moral, para paulatinamente aterrizar en sus utilidades en la práctica profesional, e incluso, por qué no decirlo, para el propio acto del vivir.

La ética, tal y como la entiendo en mi ejercicio profesional y como directora de la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía, no es una asignatura optativa, sino que es troncal a todo lo que hacemos y decidimos, aunque no siempre tengamos conciencia de ello.

Hace unos días leí en redes sociales un comentario de una alumna que ha finalizado este máster: y decía que si hay algo que caracteriza esta formación que estáis finalizando, es que “tiene una mirada única, centrada en lo humano”. Y precisamente por ese centrarse en la humanidad es necesario acercarnos al concepto de ética y comprender de qué modo puede orientarnos frente a las múltiples situaciones que se plantean en la vida profesional.

Esa es, en esencia, la pregunta “para qué sirve la ética” a la que Adela Cortina ha respondido a través de un libro publicado en 2013 por Editorial Paidós, y como ella misma dice, la falta de ética suele salir cara, por lo general para las personas más vulnerables que son las que acaban pagando esa falta de ética, a través de decisiones y acciones ajenas que les repercuten de forma directa.

Adela Cortina nos recuerda que es más prudente cooperar entre seres humanos, que buscar el máximo beneficio individual sin importar el resto, también señala que ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Por lo menos no funciona bien, y se va deteriorando.

Para comenzar, diferenciaré la ética de otro concepto muy próximo: la moral, y diré que aunque comparten intención, funcionan de manera distinta. Mientras que la ética es pensada, como ya anunció hace décadas José Luis López Aranguren (1958), la moral es vivida.

¿Qué quiere decir esto? La moral se adquiere con la convivencia, mediante la tradición y la costumbre, a través de la familia, la comunidad y la cultura. En general, la moral se aprende en la infancia: interiorizamos normas como “no pegarás”, “no robarás”, “no harás daño”, “respetarás a tus padres”, etc. A partir de interiorizar esas normas morales, vamos desarrollando lo que llamamos conciencia moral, esa voz interior cuya función es auto-crítica, y que examina las propias actuaciones y emite juicios de auto-alabanza o de auto-reproche (en función de si hemos actuado conforme a esos preceptos).

Pero la ética pensada se basa en otro proceso. La ética es un saber reflexivo: surge del análisis, del diálogo y de cuestionar lo que damos por hecho. No es un conjunto inmutable de normas impuestas desde fuera que tenemos que memorizar y aplicar, sino un proceso dinámico y flexible basado en la reflexión.

El valor de la dignidad humana, por ejemplo, que hoy está presente en leyes, declaraciones de derechos y políticas sociales, no se adoptó de forma espontánea, sino que ese reconocimiento es el resultado de diferentes hechos y movimientos sociales que abrieron una puerta a la reflexión sobre el valor intrínseco de todos los seres humanos, por el sólo hecho de serlo. El valor de la dignidad se abrió paso con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y este razonamiento justifica posteriormente la creación de sistemas públicos de salud o de servicios sociales universales, para garantizar una atención mínima para todas las personas, independientemente de su condición socioeconómica o de cualquier otra índole: todos los seres humanos son valiosos, o dicho de otro modo, todos tenemos un valor, tenemos dignidad.

Adela Cortina propone que la ética está profundamente vinculada al ser humano, porque es precisamente la capacidad de reflexionar lo que nos diferencia. Ella dice que todas las personas tenemos un “talante ético” (o ethos) que es el resultado de las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida. Si tendemos a actuar sólo en beneficio propio, desde el egoísmo, cultivaremos un carácter egoísta; si actuamos injustamente por comodidad o por evitar conflictos, corremos el riesgo de desarrollar un talante injusto, o negligente, si nuestras decisiones causan perjuicios en otros y las vamos replicando. Y nos sigue recordando Adela que con cada decisión vamos generando predisposiciones a actuar de la misma manera, por este motivo acabamos siendo egoístas o injustos o negligentes, tomando los ejemplos anteriores, de manera que nuestras decisiones terminan determinando nuestra identidad.

La ética se construye racionalmente -y esto es una buena noticia- ayudándose de las teorías, utilizando metodologías de análisis y deliberación, dialogando entre las personas, cuestionándonos las cosas, reflexionando, y por supuesto llevando el fruto de esta reflexión a la práctica. Y todo ello contribuye a un cambio de conciencia hacia la actitud ética.

Por intentar centrar un poco el tema, que es la resolución de problemas, en los espacios profesionales surgen con frecuencia conflictos y dilemas éticos vinculados a la práctica que, si no se abordan adecuadamente, pueden generar mucho malestar.

Como el tiempo de mi intervención es limitado, me gustaría dar unas cuantas pinceladas sobre la metodología deliberativa, que es la que se utiliza para tomar decisiones basadas en la reflexión en el ámbito de la bioética. Serán sólo unas pinceladas, pero sin entrar al detalle. No es objeto de esta conferencia ni tampoco se dispone de tiempo para ello.

¿Conocen ustedes los experimentos que se llevaron a cabo en los campos de concentración nazi por parte de personal clínico, sobre los judíos? Se cometieron verdaderas atrocidades en nombre del progreso. Todo el mundo coincide que los avances científicos procuran una mayor calidad de vida a la especie humana, y que este “progreso” es un bien común. Pero, ¿hay algún límite razonable a la experimentación sobre seres humanos con fines de progreso científico para los avances en el ámbito médico? A bote pronto, me viene un límite muy importante: no dañar.

Por tanto, vemos cómo dos valores que se consideran buenos para la comunidad humana: el avance científico y el no dañar (o no maleficencia) chocan en estas experiencias de experimentación humana.

Otro caso paradigmático es el experimento de Tuskegee (1932–1972), en el que 600 hombres afroamericanos pobres de Alabama fueron reclutados para un estudio de sífilis no tratada, sin consentimiento informado ni tratamiento siquiera después de que la penicilina se había convertido en la terapia estándar y con muy buenos resultados. De ellos, 399 ya estaban infectados con sífilis y 201 no, funcionando estos últimos como grupo de control para la comparación. A todos se les dijo que participaban en un programa sanitario para tratar la “mala sangre”, un término popular que englobaba males como anemia, fatiga o sífilis, y se les ofreció atención médica supuestamente gratuita, comidas y hasta un seguro de sepelio.

En realidad, nunca se les informó de que padecían sífilis ni del objetivo del estudio, que era observar la evolución natural de la enfermedad sin tratamiento. Incluso después de que la penicilina estuviera disponible como cura, se les negó deliberadamente su uso. Las consecuencias fueron devastadoras: al menos 128 de los hombres murieron a causa de la sífilis o de sus complicaciones, unas 40 esposas fueron contagiadas y 19 hijos nacieron con sífilis congénita. Este caso nos muestra cómo valores como el progreso científico y el beneficio social pueden chocar con el principio de no dañar, y cómo la ausencia de deliberación ética llevó a una tragedia prolongada con un enorme coste humano. Hay una pelicula que ilustra muy bien el experimento, y que se llama “Miss Evers’ Boys” (1997).

Otro ejemplo que me llega es el de Charles Whitman. En el año 1966, el Dr. Maurice Dean, psiquiatra del Centro de Salud de la Universidad de Texas, se tuvo que enfrentar a una situación bastante difícil a nivel profesional, relacionada con una masacre llevada a cabo en la misma Universidad en la que trabajaba. Tenía un paciente cuyas ideas delirantes giraban en torno a cometer asesinatos, incluso había verbalizado que quería realizar un tiroteo masivo en su Universidad, y matar a varios estudiantes indiscriminadamente. Este profesional hizo todo lo posible, dentro del contexto terapéutico, por reconducir las ideas de Whitman, pero fue en vano. Días más tarde de la última sesión, llegó a la Universidad con dos rifles escondidos en una bolsa deportiva grande, y subió al edificio más alto del campus, y desde ese lugar con visión privilegiada y central, fue disparando a todos los universitarios que pudo, y cometió una auténtica masacre.

Fuente: https://inmaculadasol.com/2021/05/06/los-limites-al-secreto-profesional-a-proposito-del-caso-de-charles-whitman/

Otro caso, muy analizado en la literatura científica, es el de Tatiana Tarasoff (California, 1968). Tatiana estuvo saliendo con Prosenjit Poddar, y cuando ella decidió romper la relación él se obsesionó gravemente, se dice sufrió un quiebre emocional.

Poddar consultó a un psiquiatra quién consideró que tenía un cuadro psicótico, prescribió antipsicóticos, y lo derivó al psicólogo, el Dr. Lawrence Moore, para que hibiera terapia. A pesar del tratamiento, Poddar persistió en la ilusión de que Tatiana lo llegaría a amar. Para probar su amor, compró una pistola para simular una situación de alto riesgo de la cual él la rescataría. El Dr. Moore le dijo que probablemente tendría que tomar medidas forzosas para detenerlo, con lo cual Poddar salió indignado de su consulta. El Dr. Moore analizó esta situación con sus colegas e informó a la policía del campus universitario de que Poddar estaba amenazando con asesinar a una estudiante. Los oficiales lo encontraron, pero no lo detuvieron porque lo consideraron racional. Sin embargo, la ilusión de Poddar llegó a un punto máximo. Se dirigió a la casa de Tatiana y la mató. Ella no se pudo defender porque no preveía la agresión, nadie se lo advirtió. Era ajena a la situación. Los padres demandaron a estos profesionales, y en 1974 la Corte Suprema de California consideró que, a pesar del deber de confidencialidad, también existe el deber, por parte del psicólogo, de advertir a la potencial víctima para evitar un daño grave causado por un problema psicológico de un enfermo. Los profesionales de salud mental respondieron que esta norma violaba su relación profesional “especial” y que minaría la confianza de sus pacientes. Además, es muy difícil predecir violencia y habría muchos falsos positivos (advertir a personas que en realidad no están en peligro), con lo cual a la larga sería peor.

La Corte emitió una segunda opinión. Mantuvieron el criterio de que los psicólogos tienen deberes con las víctimas potenciales, pero sólo deben aplicar un “cuidado razonable” para proteger a las personas. Es decir, el psicólogo puede tener que hospitalizar involuntariamente a un paciente para evitar daño a terceros, en lugar de advertir explícitamente a una víctima potencial.

También quiero comentar otro caso, el de Daniel Pelka (2012), que con tan sólo 4 años fue asesinado por su madre y la pareja de su madre, sin que nadie comunicara formalmente a los servicios sociales la situación en la que se encontraba, quizá por temor a represalias, por comodidad, por pensar que lo debe hacer otro profesional o servicio público, etc. Mirar hacia otro lado tiene consecuencias, de hecho, en el caso de Daniel posteriormente se habló de maltrato invisible. Daniel llegaba al colegio con moratones, comía literalmente de la basura, estaba en estado famélico, pero la madre presentaba un comportamiento seductor con los profesionales, encantador, y estos desviaban los hechos, que son tan importantes en el análisis ético de una situación conflictiva, y se centraban en las declaraciones de esta madre.

¿Y cómo nos puede ayudar la ética en estas situaciones problemáticas?

Pues el Dr. Diego Gracia Guillén (2004) diseñó el Método Deliberativo (hay muchos más, pero este es el más extendido en el ámbito de la Bioética) y aunque no podemos profundizar en sus pasos en esta intervención, si que he extraido de sus enseñanzas una especie de decálogo que nos puede orientar un poco en esta utilidad de la ética, que como hemos señalado, sirve para forjarnos un determinado carácter.

Decálogo de para qué sirve la ética cuando tengo un conflicto ético:

  • Primero, la ética nos enseña a poner el foco para identificar los conflictos éticos. Si no sabemos hacer esto, vamos por la vida como esa metáfora que muestra a un elefante paseándose por una ferretería: haciendo daño a nuestro paso.
  • Segundo, la ética nos ayuda a tomar conciencia de los valores que impulsan nuestras acciones y decisiones.
  • Tercero, la ética nos enseña a observar nuestros dilemas como valores en conflicto, para poder analizarlos y discutir con un método.
  • Cuarto, la ética nos enseña la importancia de la preparación previa de un caso, con las claves adecuadas, para poder deliberar sobre él.
  • Quinto, la ética nos enseña a establecer un cordón sanitario (a discriminar) lo que es la persona, y lo que es la situación que padece (los hechos), de manera que las personas nunca son las circunstancias que sufren, sino que tienen el derecho de vivir libres de etiquetas, lo cual nos muestra un amplio espectro de posibilidades.
  • Sexto, la ética nos muestra que cuando analizamos los cursos de acción extremos que implica la decisión que no queremos tomar, por la que dudamos, vemos claramente donde está el conflicto.
  • Séptimo, la ética nos muestra que cuando analizamos los cursos de acción intermedios (generando opciones y posibilidades de acción alejadas de los extremos) nos acercamos a una actuación prudente, en palabras de Diego Gracia. Precisamente, la prudencia suele constituirse como receta universal ante la incertidumbre, desde el punto de vista filosófico.
  • Octavo, la ética nos enseña que cuando discutimos cada uno de esos cursos de acción, desde el enfoque de los valores y las consecuencias, podemos abrir bastante el abanico de opciones para resolver nuestros problemas.
  • Noveno, la ética nos enseña la importancia de aplicar los tres filtros de consistencia para tomar decisiones éticamente responsables, que son: – la publicidad – la temporalidad – la legalidad.
  • Décimo, en definitiva, de lo que se trata es de llegar a la toma de decisiones habiendo recorrido un proceso que nos ofrece las mayores garantías de tomar decisiones éticamente responsables y fundamentadas, orientadas, por tanto, hacia la consecución del mayor bien posible, o del menor mal posible, según se mire.

Muchas veces las decisiones no son perfectas, pero se trata de buscar la mejor opción de entre las posibles, siguiendo un proceso.

Ética es sinónimo de reflexión.

Inmaculada Asensio Fernández.

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