Tu calle ya no es tu calle, es una calle cualquiera camino a cualquier parte

Manuel Machado nunca lo sabrá, pues no tuve la suerte de coincidir con él en tiempo y en espacio, pero para mí ha sido una fuente de inspiración en muchos momentos difíciles, particularmente un fragmento de su poema Soleares, que dice:

«Tu calle ya no es tu calle:
que es una calle cualquiera,
camino de cualquier parte».

Cada vez que leo este pasaje algo se ordena dentro de mí. Es como traer al presente una verdad que en el fondo sabemos, pero olvidamos con frecuencia: todo lo humano es efímero. Para mí esta idea es bastante liberadora porque me ayuda a tener presente que no hay circunstancia, persona o cosa que tenga el poder real de descentrarnos, todo es cuestión de apoyo, auto-apoyo (estructura) y tiempo, pues finalmente todos los episodios que vivimos se terminan recolocando dentro de nosotros, y al resultado lo llamamos recuerdo (baúl de los recuerdos, conforme pasan los años).

Desde este enfoque, muchas de las cosas que hoy nos desvelan, mañana serán solo anécdotas. Historietas de abuela cebolleta que contaremos en una reunión de amigos para provocar la risa, o aquellas que surgirán en una conversación íntima con otra persona que esté atravesando un momento similar al que nosotros ya dejamos atrás. Y lo haremos desde la distancia emocional, es decir, sin carga, solo para acompañar a otros, pero con la claridad y la sabiduría de quién ha aprendido a pasar de largo de más de una calle.

Aunque parezca mentira, la vida tiene esa capacidad silenciosa de archivar nuestros pesares.

Y continua diciendo Manuel Machado:

«¡Pobrecito del que espera!
¡Que entre el ayer y el mañana
se va muriendo de pena!
«

Esperar, aquí, no es un acto de esperanza, sino una trampa en la que es fácil caer. Es quedarse anclado en un lugar sin salida, en lo que ya no tiene espacio para crecer. Es sostener vínculos rotos, insistir en historias que ya no nos sostienen. Es mirar una puerta cerrada esperando que se abra sola, cuando en realidad somos nosotros quienes debemos caminar hacia otra parte. A veces la vida no cambia por sí sola: somos nosotras quienes debemos cambiar nuestra posición frente a ella, tomando decisiones.

Soltar, movernos, elegir.

Lo que importa es el camino, no el destino, aunque el destino -como idea- nos ayuda a caminar.

Vivir es a veces deambular entre sombras, otras a media luz, y otras con todas las ventanas abiertas de par en par, en un espacio luminoso. La vida es la suma de todas esas luces y sombras que nos enseñan a mirar distinto, a crecer: momentos felices, momentos «sinpenanigloria» y momentos amargos. La integración de esas proyecciones sobre nuestra persona es al fin y al cabo la fotografía más honesta de lo que somos.

Independientemente de la situación que estés atravesando hoy, me da igual si es una enfermedad, una decepción amorosa, un problema laboral o familiar, cuando te des cuenta de que esa calle ya no es tu calle, que ya no importa tanto, o incluso importa poco o nada, sabrás que lo has colocado en su sitio (en ese baúl de los recuerdos) y que lo has dejado atrás.

A seguir caminando. Como dice la canción de Serrat, caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Inmaculada Asensio Fernández.

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