Yo no soy ni feminista, ni machista. No soy ni Espinete, ni Don Pinpón

El 16 de marzo de 2020 Santiago y Alicia se encuentran en el programa First Dates, ambos buscando el amor. He aquí una parte de la conversación que mantuvieron:

-Santiago: ¿Qué piensas del feminismo?

-Alicia: Buff… Ahí,mira,a ver… Yo no soy ni feminista ni machista. Para mi es igual.

-Santiago: Lo que no podemos confundir es el feminismo con que sea algo contrario al machismo. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Yo soy feminista

-Alicia: ¿Sí? Pues yo no. No somos más las mujeres ni más los hombres

-Salvador: El feminismo no reivindica nada de eso, ¿eh? El feminismo es un movimiento y el machismo es una actitud. No tiene nada que ver. Reivindica la igualdad en todos los aspectos. Hay que abrir los ojos y darte cuenta de que la realidad social es la que es. Socialmente hay que evolucionar y ahí vamos con retraso.

Veamos algunas notas históricas sobre el feminismo como movimiento de lucha por la igualdad formal y real entre hombres y mujeres: el Manifiesto de Séneca Falls.

El ‘Manifiesto de Séneca Falls’ fue aprobado en Nueva York, en 1848, y se expandió al resto del mundo.

Este Manifiesto realizó las siguientes reivindicaciones feministas:

1. El derecho al voto para las mujeres.

2. La igualdad en el matrimonio.

3. El derecho a disponer de propiedades privadas.

4. El derecho de acceso a cargos eclesiásticos.

En 1868, el partido Republicano reconocía el derecho al voto de los hombres esclavos, pero de forma explícita negaba ese mismo derecho a las mujeres.

Esta negación de los derechos políticos, y la discriminación de género, activaron inmediatamente la reacción de las mujeres, quienes decidieron tomar medidas para luchar por su emancipación. Así fue como surgió la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer, la primera asociación de carácter feminista radical americano.

Esta asociación, independiente de los partidos políticos y de los movimientos de reforma, tenía como objetivo principal conseguir el voto de las mujeres (¡una idea radical en aquel entonces!) y defender los derechos y las libertades individuales de las mujeres en general.

No solo centraron sus esfuerzos en la lucha por el sufragio femenino, sino que también se ocuparon de defender los derechos de aquellas mujeres que se encontraban en situaciones difíciles, como las afectadas por casos de divorcio o las costureras mal pagadas.

El enfoque radical de la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer fue pionero en su época. Su lucha no se limitó simplemente a pedir el derecho al voto para la mujer, sino que abarcó una visión más amplia de igualdad de género, promoviendo la autonomía y la libertad individual de las mujeres en todos los aspectos de la vida.

Su labor fue fundamental para sentar las bases del movimiento feminista en Estados Unidos y allanar el camino hacia la conquista de derechos y libertades que aún hoy día seguimos valorando y defendiendo… casi «todas» las personas.

Esas mujeres feministas (algunas personas las habrían llamado feminazis si hubiese existido el término) fueron el faro de la esperanza y el progreso de las mujeres de hoy, en otra época en la que luchaban por ser escuchadas y reconocidas como ciudadanas, con los mismos derechos que los hombres.

España reconoció el derecho al voto femenino en 1931, durante la Segunda República, gracias a un cambio de legislación conseguido por la lucha encarnizada de sufragistas como la diputada Clara Campoamor, del Partido Radical.

Su valentía, determinación y supuesta radicalidad ha dejado un legado duradero que continúa inspirando a las generaciones presentes (y venideras) en la búsqueda de una sociedad más equitativa para toda la ciudadanía.

Para las que no son ni feministas ni machistas, conviene conocer el debate histórico por el voto femenino celebrado en Argentina (1947), del cual voy a dejar constar algunas de las expresiones que más han llamado mi atención –culturilla general para poder comprobar todo el esfuerzo y lucha que han llevado a cabo las mujeres a lo largo de la historia para conseguir la igualdad formal, ya que la igualdad real sigue aún en lucha– y comenzamos por uno de los legisladores (los debatientes fueron todos hombres):

«Señor, como legislador y como médico quiero dejar bien establecido en esta sesión, que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me pregunto entonces, ¿para qué otorgar igualdad política a los seres que no lo son?» (…). Continúa más adelante afirmando:«Es una verdad de la ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el del hombre, y me baso en mi experiencia de médico para demostrar una vez más que hombres y mujeres no son iguales». 

La conquista de estos derechos no se ha conseguido conversando tomando un café con las personas que ostentaban el poder (los hombres de todas las épocas pretéritas), sino que se han conquistado con la reivindicación y la lucha social organizada. Las personas que ostentan los privilegios no renuncian a fácilmente a ellos, se enrocan a ellos para no perderlos.

Vamos a ver cómo se ha ido reconociendo el derecho al voto en algunos países:

  • Nueva Zelanda fue el primer país en reconocer el derecho al voto de la mujer, en 1893.
  • Australia lo hizo, en 1902.
  • Finlandia, en 1906.
  • Noruega, en 1913.
  • Dinamarca, en 1915.
  • La Unión Soviética, en 1917.
  • Reino Unido, en 1918.
  • Austria, en 1918.
  • Estonia, en 1918.
  • Polonia, en 1918.
  • Alemania, en 1919.
  • Luxemburgo, en 1919.
  • Países Bajos, en 1919.
  • Suecia, en 1919.
  • África, Zimbabwe y Kenia reconocieron el sufragio femenino en 1919.
  • En Estados Unidos en 1920 (las mujeres de raza negra no pudieron votar hasta 1967).
  • En América Latina, Uruguay fue el primer país en hacerlo en 1927.
  • España reconoció el derecho al voto femenino en 1931, durante la Segunda República, gracias a un cambio de legislación conseguido gracias a la lucha de sufragistas como la diputada Clara Campoamor, del Partido Radical.
  • Italia, en 1945.
  • Francia, en 1945.
  • Argentina, en 1947.
  • Bélgica, en 1948.
  • Portugal, en 1976.
  • Etc.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por Naciones Unidas en 1948, reconocía así, por fin, el sufragio femenino como derecho humano universal: «Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos».

De este modo, vemos claramente que el feminismo es un movimiento que lleva décadas luchando por la inclusión de las mujeres en la vida social, política y económica, y que nada tiene que ver con menospreciar o invalidar al resto de seres humanos.

Luego, yo soy feminista, porque no puede ser de otra manera.

Las feministas no se sienten superiores a los hombres. Este error de fondo, que arrastran bastantes Alicias, como la de First Dates, lo único que demuestra es la falta de sensibilización que aún queda por llevar a cabo la sociedad, aunque algunas personas sigan negando la mayor, con sus discursos de lengua afilada.

Y aunque la impresión generalizada es que la vida de las mujeres está mejorando en todo el mundo, los diagnósticos de género a nivel mundial ponen de manifiesto que:

  • Continúan las desigualdades en los recursos económicos.
  • Persisten las desigualdades en materia de educación.
  • Siguen existiendo las desigualdades en el ámbito de la salud.
  • La violencia contra las mujeres es un problema mundial generalizado.
  • Perduran las desigualdades en lo referente a las oportunidades económicas y políticas de las mujeres.
  • Continúan las desigualdades en la prestación de cuidados en el entorno familiar, ya que los siguen ejerciendo mayoritariamente las mujeres.

Por tanto, como dijo Santiago, carpintero asturiano que visitó First Dates el 16 de marzo de 2020:

«Hay que abrir los ojos y darte cuenta de que la realidad social es la que es. Socialmente hay que evolucionar y ahí vamos con retraso«.

Gracias Santiago, por explicarlo tan bien.

Inmaculada Asensio Fernández.

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