
Si quieres, puedes escuchar esta entrada de blog locutada por su autora:
Vamos a realizar una descripción y análisis del perfil, comportamiento y características de un tipo específico de hombre contemporáneo, que procede de épocas pretéritas, más cercanas a las cavernas que a las sociedades avanzadas.
El término «carpetovetónico» no tiene un significado establecido en el lenguaje común, y generalmente no se encuentra en diccionarios convencionales. Sin embargo, suele utilizarse en contextos culturales o académicos para referirse a un estereotipo de la cultura ibérica, española, a menudo relacionada con aspectos tradicionales, conservadores o incluso arcaicos. Por tanto, el término tiene connotaciones históricas, políticas -indudablemente- y culturales que hacen referencia a una categorización particular de un tipo de hombre que se mueve por la selva española actual.
Homo Sapiens Carpetovetónicus.
En esta sociedad nos encontramos con hombres que critican ferozmente el feminismo, rechazando el concepto y vetando el movimiento, aludiendo a que se trata de una ideología radical. Sin embargo, estos mismos hombres se retratan a sí mismos a través de un comportamiento «aparentemente invisible» e inofensivo, pero profundamente machista y retrógrado: el hombre carpetovetónico de este siglo.
Ni machista ni feminista (dirían ellos): simplemente devorado por los discursos ideológicos de extrema derecha (digo yo).
En la vorágine de las redes sociales, donde cada día nos topamos con una gama variada de especímenes humanos, hay uno en particular que merece una mirada más detenida, pues se replica en diferentes latitudes de la extensión ibérica, y se replica mucho. Un hombre común en muchos aspectos, pero extraordinario en su defensa acérrima de un sistema obsoleto y opresivo: el patriarcado.
Este individuo, que podríamos denominar como el arquetipo del machismo encubierto, se muestra ante el mundo digital con una fachada de virilidad y poder. Pero, bajo esta superficie resplandeciente, se esconde una compleja red ideológicamente tradicionalista de género, y en cierto modo misógina, aunque él no lo afirmaría jamás de este modo, lo negaría una y mil veces, pero lo delatarían sin lugar a dudas sus actos y sus palabras.
Antes de proseguir, voy a realizar un breve disclaimer: sigo a este personaje en redes sociales, porque me llama la atención la ligereza con la que muestra todos sus rasgos carpetovetónicos, al mismo tiempo que critica y ridiculiza el movimiento feminista. Me interesa como objeto de estudio en el ámbito estricto de las Ciencias Humanas y Sociales. La observación es una herramienta esencial en este tipo de Ciencias, porque permite a quién investiga un fenómeno concreto, obtener información directa sobre el mismo, facilitando la comprensión sobre cómo funcionan y cómo se relacionan las diferentes variables en el mundo social.
Vamos a adentrarnos en el retrato social de este sujeto masculino al cual llevo un tiempo observando de cerca en las redes sociales, y que me sirve para ilustrar los rasgos caracteriales del macho carpetovetónico. Por supuesto, voy a preservar su anonimato, así como cualquier tipo de identificación personal. Es necesario retratar este tipo de especímenes, pues realmente abundan, aunque nos quieren hacer creer que han desaparecido, pero sólo para encajar socialmente en los valores que repudian el machismo.
Vamos al personaje.
Al balcón de las redes sociales se asoma un hombre con muchos seguidores, cuya presencia es omnipresente todos los días, comparte comentarios y fotos que ilustran «su vida» de lunes a domingo. Tiene una gran actividad en redes sociales.
Suele mostrar una vida llena de éxito y vitalidad en sus historias de Instagram y sus estados de WhatsApp. Sin embargo, tras esta cortina de humo digital se encuentra una mente arraigada en ideas conservacionistas, y que expresa en cada uno de sus comentarios y comportamientos social-media.
Suele lanzar comentarios que ridiculizan a las mujeres que defienden el feminismo, con expresiones archiconocidas desde los años 90, como por ejemplo:
“Digan lo que digan, una mujer y un hombre nunca serán iguales… nunca» (este comentario lo ilustró en una ocasión con un video en el que aparecían dos hombres policías con un ariete en las manos derribando una puerta, en un allanamiento de alta peligrosidad).
Este tipo de individuo tiende a mostrar un interés excesivo en el cuerpo, llegando incluso a rozar la vigorexia. Sus publicaciones, no solo ensalzan su propia musculatura, sino que también exhiben el cuerpo de su pareja, a quien describe más como objeto de deseo, que como compañera igualitaria de vida. Para él, la belleza es el valor supremo de la mujer, y especialmente las curvas… solo necesitan lucir atractivas (estar muy buenas) para servir a los intereses de su pareja, de su pareja masculina.
Comparte fotos de su pareja con sus hijos, y la nombra constantemente como «madre»… por ejemplo «no cojas tanto peso madre, que te vas a hacer daño», «dónde vas con esa falda madre, que tú ya no estás para lucir así», «no te tomes esa cerveza madre, que tienes que estar pendiente de los niños», «muchas gracias madre, por cuidar tan bien de nosotros todos los días»… Estos comentarios los hace cuando comparte fotos en familia, en las que ella aparece cocinando, limpiando, recogiendo la cocina, llevando a la niña de la mano, o jugando con ella en el parque… dejando claro quién tiene el rol de cuidadora en la familia.
Pero su machismo va más allá de la mera exhibición física. Este tipo de hombre, visiblemente poco instruido (y lo digo sin ánimo de ofender a nadie, por supuesto), menosprecia constantemente el valor de la educación y la cultura, perpetuando la idea de que el conocimiento es insignificante frente a la fuerza bruta y la ganancia de dinero. Es un firme creyente en los roles de género tradicionales, desestimando cualquier intento de las mujeres por alcanzar la igualdad, considerada esta como un capricho de «feministas extremistas» o «feminazis».
El término «feminazi» fue popularizado por el comentarista político y locutor de radio estadounidense Rush Limbaugh en la década de 1990. Limbaugh lo usó para denigrar a las feministas radicales al compararlas con el partido nazi de Alemania. La intención detrás del término era desacreditar las posturas feministas extremas al asociarlas con el extremismo y la opresión. Es importante tener en cuenta que el término es altamente peyorativo y controvertido, y ha sido criticado por trivializar el Holocausto y por ser una táctica de desinformación en el debate público sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género.
En sus relaciones de pareja, volviendo al personaje, el machismo se manifiesta de manera flagrante. «Su mujer», sumisa y obediente, es retratada por él en sus redes sociales como un accesorio más en su vida, siempre sonriente y complaciente ante los requerimientos de su pareja («ella, que me da siempre todos los caprichos», es un comentario con el que ilustra fotos en pareja).
Además, siempre se presenta con una imagen destacada de hombre proveedor económico en la familia, exhibiendo sin reservas los costosos regalos que hace a «su mujer» y a su hija: bolsos de firma, ropa y calzado de marca, pulseras o colgantes de oro… y siempre es él quien aporta el dinero y quién regala. A menudo, acompaña estos gestos con comentarios del tipo: «mi niña sabe cómo sacarle el dinero a su papi«, o «ella es buena conmigo, pero mira cómo la premio«. Lo que queda claro con estos comentarios es que el hombre es el que gana el dinero y el que lo reparte a la familia…¿Quién aglutina, pues, el poder en estas dinámicas? Está bastante claro, el macho, y digo macho con toda la intención.
Esta dinámica de poder desigual, que muchas veces comienza en relaciones de pareja a edades adolescentes (a veces culminan en embarazo), con el paso de los años revelan una historia de control y dominación que va más allá de lo evidente, y que no necesariamente debutan en una situación objetiva de violencia de género, pero si en un proceso de opresión sistémica basada en valores patriarcales. Se da una fortísima desigualdad que arrastra a generaciones enteras de hombres y mujeres.
Avanzando en el personaje, esta cosificación de la mujer se extiende hacia sus propias hijas, a las que hipersexualiza desde edades tempranas, con el beneplácito de su pareja complaciente. Suele compartir videos e imágenes de su hija bailando algo similar al «twerking», que es una danza que implica movimientos de cadera y glúteos de manera provocativa y sensual, bastante sexy e impropio de edades infantiles (estamos hablando en este caso de una niña de 4 ó 5 años de edad). Revela una visión distorsionada de la feminidad desde una edad temprana, ya que la niña es tratada más como una miniatura de persona adulta, que como una infante en desarrollo, y es objeto de una atención indebida por parte de su papis cuando se muestra seductora y cuando utiliza sus gestos y su cuerpo para gustar a los demás, lo que innegablemente refuerza los estereotipos de género, y por supuesto, la cosificación de la mujer.
Cabe mencionar que la hipersexualización a edades tempranas puede generar problemas de autoestima en la edad adulta, y trastornos de la conducta alimentaria, a partir de la adolescencia, por mencionar sólo algunas consecuencias más visibles.
Con la infancia no se juega.
En última instancia, este tipo de individuo representa un síntoma más de una sociedad enferma por el machismo y la misoginia encubierta. Su negación del feminismo y su perpetuación de los roles de género tradicionales, son solo un reflejo de un sistema que favorece a unos pocos… a costa de la opresión de muchas personas.
¿Cómo le va a interesar a un hombre de este tipo renunciar a sus privilegios masculinos que datan de la época de las cavernas?
Imposible. Se revolverán, lucharán para impedirlo a toda costa. Por este motivo desprecian el movimiento feminista tildándolo de términos como feminazi, porque no les interesa.
Su adherencia a ideas políticas extremistas sólo muestra su miedo a perder esos privilegios mantenidos durante siglos, pues el movimiento feminista pone en riesgo su estatus quo. De este modo, su manera de desprestigiarlo es llamar feas a las feministas, llamar frígidas a las feministas, llamar marimachos a las feministas, incluso llamar locas a las feministas… en definitiva, llamar feminazis a las feministas.
Una de las cosas que más me molestan personalmente, es que a pesar de lo irritante de su comportamiento, tienen seguidores que validan sus expresiones, tanto habladas como escritas, y que pasan todo el tiempo criticando a las mujeres que luchan por la igualdad y se dedican con todas sus fuerzas por alcanzarla, aunque todas sabemos que sigue siendo algo muy difícil… Y la cosa se complica especialmente para las mujeres que tenemos hijos e hijas, ya que se abre una puerta gigantesca al mandato de los cuidados -¡los cuidados son nuestros y no podemos escapar de ellos!- están absolutamente feminizados y la sociedad nos lo recuerda constantemente.
No conozco a ninguna pareja con hijos en la que la mujer se sienta 100% apoyada por su pareja en el tema de los cuidados, ahora lo llaman co-parentalidad. No digo que no exista, pues las excepciones confirman la regla, pero yo no la conozco. Las madres emparejadas con los padres de sus hijas e hijos suelen verse abocadas a decidir entre discutir para ganar espacio, o dejarlo pasar para ahorrar una discusión, y de paso, ahorrársela a los peques. De lo contrario, llegamos al terreno minado de la culpa, que es nuclear para ejercer el control sobre la mujer en nuestra cultura.
Reivindicar la igualdad de género en el propio hogar es todavía más desgastante que lucharlo fuera, en las calles, pues en este caso nos jugamos los afectos y la estabilidad familiar. Genera, por tanto, mucho desgaste, tensión y sufrimiento, y poco a poco pueden terminar minando la relación, sobre todo cuando no hay un sometimiento mental al modelo predominante (en el espacio de lo privado el modelo predominante es el de la mujer cuidando a sus seres queridos, no hay otro).
Simplemente, hay un mandato de género del que no podemos escapar, pero este tema merece una entrada de blog aparte, pues en las parejas se abren grietas sistémicas y estructurales con la llegada de la descendencia, y esto es un fenómeno absolutamente generalizable, por tanto social.
Es nuestra responsabilidad – al menos reconocer estas estructuras- y en la medida de lo posible desafiarlas, pues solo confrontando el machismo en todas sus manifestaciones, podremos construir un futuro verdaderamente igualitario para todas las personas.
Muchas de nosotras no lo veremos realizado, quizás sólo una igualdad formal, pero no una igualdad real, y no significan los mismo. La igualdad de género formal, se refiere a la igualdad en términos de igualdad de oportunidades y derechos legales, mientras que la igualdad de género real, se refiere a la igualdad que se experimenta en la práctica y en la vida cotidiana, donde hombres y mujeres realmente disfrutan de los mismos derechos, oportunidades y de un trato equitativo en todos los aspectos de la vida social, económica y política. La brecha entre ambas puede ser significativa, y lograr la igualdad real requiere un compromiso continuo con la eliminación de los prejuicios, estereotipos y discriminación de género en todas las áreas de la sociedad.
He de hacer mención crítica, a las palabras pronunciadas por una líder política muy conocida en España, la presidenta de la comunidad de Madrid, el mismo día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2024:
“Todas somos o madres, o primas, o hermanas, o amigas. Por eso, nos concierne a nosotras también algunas cifras«, comienza diciendo, para después pasar a dar relato a las cifras que sus responsables de comunicación han plasmado en su discurso escrito: el abandono escolar es mayor en ellos que en ellas, el 79% de las víctimas de accidentes de tráfico fueron varones en 2023, o que el 97% de los soldados víctimas de las guerras son hombres. Y prosigue: «No sé cuándo es el Día del Hombre para hablar de todo esto, yo creo que no hace falta y que lo valioso es trabajar todos los días, no para compensar las estadísticas e igualarnos a todos ahí, sino para que haya menos hombres y menos mujeres que sean víctimas«. Cita: El mundo. Viernes, 8 marzo 2024 – 13:55. [Enlace al artículo]
Mezcla muchas cosas esta mujer. Para comenzar, realiza un llamamiento a todo el colectivo de mujeres, de las que dice que estamos unidas como madres, primas, hermanas o amigas, y nos impele en su discurso a escuchar unas cifras estadísticas que hablan de abandono escolar, accidentes de tráfico y victimas de la guerra… para culminar poniendo de manifiesto si debemos reclamar un Día del Hombre…, durante la conmemoración del Día de la Mujer. Podemos deducir que si eliminamos el machismo, desaparecerán los accidentes de tráfico, el fracaso escolar y las guerras, pues parece que entroncan con el Patriarcado; si no, ¿a cuenta de qué traer estas palabras tan torpemente en este discurso sin sentido en este día?
Estas palabras, ¿qué tienen que ver con un día internacional tan importante como el 8 de marzo? ¿A qué estamos jugando propagando este tipo de mensajes? Mal vamos con discursos de este tipo en pleno siglo XXI. Desde luego, estas palabras no me representan, y me generan rabia y tristeza a partes iguales.
Yo no creo posible conocer la igualdad real durante los años que me quedan de vida, sinceramente lo digo; pero para llegar a ella tendremos que seguir luchando por la igualdad formal, abriendo una puerta al conocimiento.
El abandono de los estudios a edades tempranas es el caldo de cultivo perfecto para asentar este tipo de desigualdades de género.
Como siempre, las personas en desventaja social son víctimas fáciles de estos sistemas opresores patriarcales, e incluso de la violencia de género en todas sus múltiples manifestaciones. No queda otra que seguir visibilizando, reivindicando y luchando.
Inmaculada Asensio Fernández.