Esto no es colarse… ¡Que yo no me estoy colando!

patan

 

Imagen tomada de: https://goo.gl/L9iu3v

 

Ayer estuve en un Parque Acuático. Estando en la larga cola de espera para lanzarme por el tobogán con un familiar de 7 añitos (a 36º), pude darme cuenta de qué manera aprendemos desde muy pequeños cómo debe ser nuestro comportamiento moral. Yo esperaba cola con una manita asida a la mía, y dos chicas jóvenes que estaban detrás nuestra en la cola (más o menos de 17 y de 11 años respectivamente), saludaron enérgicamente desde atrás a un trabajador de ese Parque, que era el encargado de administrar los tiempos de espera y nos daba el paso para lanzarnos por el tobogán.

Él, un joven de veintipocos, se giró y las vió, y tras dedicarles una amplia sonrisa les dijo: «Pasad por donde dice –Prohibido el paso– y no hagáis cola». Total, que sin pensarlo agarraron sus flotadores y nos pasaron a todos y todas por delante, mientras que algunos las increparon indignados: ¡Eso no se puede hacer, os estáis colandooo!

La mayor de ellas bajó la cabeza sonriendo, como la que sabe que está haciendo algo que no está bien y está avergonzada, pero avanzó rápido, rápido, sin mirar a nadie a los ojos y sin dejar de sonreir… victoriosa. La pequeña, de unos 11 años, también avanzó rápidamente tras pasar el cartel de ‘Prohibido’, pero -ante los reproches del resto- se dio la vuelta y levantando la cabeza y con tono desafiante espetó:

«¡¡¡¡¡¡Pero queeeeeeé diceeesssss, esto no es colaaaaaaaarrrseeeeeeeeee!!!!! ¡¡Que yo no me estoy colaaaaaaaaaaaaandoooooooooooo!!», y aceleró el paso para no perder a la mayor, de manera que llegaron en un plis al tobogán y se tiraron las primeras.

Yo observé atónita, pero en esta ocasión no entré en discusión. Me quedé con ganas de increpar al trabajador, pero no quería asustar al peque que estaba un poquito nervioso ante la idea de lanzarnos por el tobogán. Observé y comprendí cómo sucede eso de que pez grande se come al chico. Cómo hay personas que -ya adultas- llegan con el ímpetu de esta cría de 11 años ante una Administración Pública, exigiendo que su solicitud -sea la que sea- se tramite antes que la del resto.

Como trabajadora social, un ejemplo típico que me viene a la cabeza es cuando en un servicio de atención a la ciudadanía, llega una persona exigiendo enérgicamente que se le conceda un recurso público ‘X’, y de inmediato. No le importa que el trámite tenga unos plazos y unos cauces, o que exista una lista de espera que la obligue a esperar un orden de prelación para acceder ese recurso (por ejemplo ingresar en una residencia de mayores). Y cuando les explicas que tienen que esperar su turno, insisten en que tienen que ser atendidos antes que el resto, pues conocen a este o aquel Jefe o Jefa, o este o aquel representante político… (muchas veces es hasta mentira). Pero da igual, consideran que es motivo suficiente para saltarse todas las listas y colas del mundo mundial -como diría Manolito Gafotas. En otras ocasiones señalan que son trabajadores de esta u otra Administración, y que merecen un trato de favor por este motivo. Y lo sueltan tal cual, con sensación de total impunidad: «somos compañer@s  y lo mío lo tienes que solucionar antes». 

Y sé que a partir de ahora, cuando me llegue una persona exigiendo y contando donde trabaja y a quién conoce – con la intención de pasar por delante del resto… mi mente viajará a esa interminable cola del tobogán del parque acuático:

«¡¡¡¡¡¡Pero queeeeeeé diceeesssss, esto no es colaaaaaaaarrrseeeeeeeeee!!!!! ¡¡Que yo no me estoy colaaaaaaaaaaaaannnnndoooooooooooo!!!!!»

Inmaculada Asensio Fernández

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