Terapia de contrabando: ¡arriba las manos, esto es un atraco!

Keep calm and the _terapia de contrabando_ pá tu casa (2)

Como algunas personas saben, soy trabajadora social y desempeño mi profesión en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía, desde hace 12 años. Previo a este trabajo, estuve casi un año en Servicios Sociales Comunitarios de la Diputación Provincial de Almería, además realicé alguna que otra sustitución en algún centro de salud y trabajé en el ámbito asociativo durante 5 años…, mi carrera profesional comenzó en el año 2003.

En todos estos años he trabajado con personas con necesidades (afectan a la supervivencia), con dificultades (relacionadas con encontrar estrategias de afrontamiento de determinadas situaciones), con problemas (situaciones que no parecen tener solución) y con conflictos (dos o más personas que presentan visiones divergentes ante una situación generadora de malestar), lo que en palabras de Cardona J. y Campos J.F, constituyen las cuatro grandes áreas de fuente de malestar psicosocial (2009).

Con el paso de los años he ido aprendiendo que la práctica del trabajo social de casos implica poner atención en la generación del contexto de intervención profesional. En este sentido, dejadme deciros que la relación de ayuda no se origina de manera espontánea, sino que hay elementos que propician el establecimiento de un vínculo adecuado para realizar un trabajo con una persona y una familia, permitiendo a quién recibe la ayuda poder ‘soltarse’ y ventilar sus preocupaciones e inquietudes íntimas, desde un clima de confianza.

El contexto se define por la RAE como el “conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales dicha situación no se puede comprender correctamente”.

El contexto es muy importante, tanto en la comunicación, como para ejercer la relación de ayuda con unos criterios mínimos de dignidad, respeto y calidad. Si nos apresuramos demasiado en una intervención -sin haber generado un contexto adecuado- la relación puede quedar abocada a la improvisación, cuya consecuencia más directa puede ser que la persona se sienta invadida negativamente en su intimidad y en sus límites personales.

A través de esta entrada de blog quiero hablar de un concepto que he leído en un libro de terapia familiar sistémica, y que se llama TERAPIA DE CONTRABANDO. Cuando me he topado con el término, en seguida mi cabeza ha comenzado a generar imágenes de situaciones en las que yo misma he observado ese contrabando, al conversar con personas conocidas o amistades que han estudiado psicología, trabajo social, terapia Gestalt, o whatever (…), y en algún momento de la conversación han comenzado a psicoanalizar expresiones o comportamientos de alguna persona en el grupo y no se han cortado un pelo haciendo preguntas o comentarios que no vienen a cuento, totalmente invasivos y poco o nada respetuosos.

A ti lo que te pasa, es que como eres hijo único no sabes compartir… y seguro que tu padre o tu madre (bla, bla, bla…) y ahora te sientes de esta manera o de la otra”.

Hay veces en que la persona que recibe estos comentarios pone cara de póker y manda a la otra callar: ¡pero qué me estás contando, métete en tu vida! Pero en otras ocasiones, quién recibe estas supuestas devoluciones de desarrollo personal (…), se va a su casa jodido.

No se puede abordar a una persona, en medio de una conversación espontánea, en un bar, en la playa, en un encuentro de amigos y amigas… y comenzar a hacerle terapia por el simple hecho de que tienes esta o aquella formación.

Como bien señalan Concepción Nieto y Nuria Cordero, la terapia de contrabando se define como el intento de hacer terapia a toda costa, a cualquier precio y sin que el contexto esté definido claramente como terapéutico. Puede resultar tentador, en determinadas situaciones, lanzarse a poner en práctica esos conocimientos adquiridos, pues la seducción de querer influir en los demás es muy tentadora y la oportunidad de practicar muy sugerente. Y sin darnos cuenta, modificamos el contexto terapéutico, pudiendo causar más mal que bien (Nieto, C., Cordero, N., 2017: 305).

En estas semanas precisamente conversaba con una amiga sobre estas incómodas situaciones en las que alguien tiene la necesidad imperiosa de señalarte lo que te ocurre, tus problemas y dificultades…, en teoría para hacerte bien, para salvarte… y lo único que ha conseguido es molestarte o dañarte, desde un ejercicio de poder basado en unos supuestos conocimientos o intuiciones.

Muchas veces somos nosotras o nosotros quiénes pedimos el consejo de la otra persona, esperando una respuesta acorde al aprecio, sinceridad y el juicio o criterio particular de esta persona. Lógicamente, si dispone de formación y experiencia en temas terapéuticos, nos hablará desde ese lugar, lo cual nos puede reconfortar y ayudar en un momento dado…, o incluso nos puede confrontar con algún aspecto que no deseamos ver, pero siempre desde el respeto y con el objetivo de apoyarnos -en tanto amigos o amigas-.

Hay, pues, tres puntos clave en este tema:

  1. El contexto en el que se produce esa comunicación.
  2. Si la comunicación es horizontal (igual a igual) o se da cierta superioridad (desequilibrio de poder) en el trato.
  3. La demanda expresa de consejo u opinión por parte de la persona amiga, en una situación dada, en el marco de esa amistad.

Los amigos y las amigas no son nuestr@s terapeutas, aunque conversar con ellos desde una posición horizontal y mantener el contacto si es beneficioso para nuestra salud y estado de ánimo. 

Inmaculada Asensio Fernández.

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