Hace años realicé una visita domiciliaria a una mujer en situación de dependencia que vivía en el almeriense barrio de La Fuentecica. Tenía 55 años y vivía con su marido y su hijo. Esta mujer tenía serias dificultades para desplazarse dentro de su vivienda, de hecho, llevaba más de una década sin salir a la calle.
Sus principales obstáculos para salir a la calle consistían en:
- Problemas graves de movilidad.
- Obesidad.
- Vivir en un edificio sin ascensor (3ªplanta).
- No disponer de silla de ruedas debido a que su vivienda no permitía el desplazamiento en silla de ruedas, por las reducidas dimensiones de las diferentes estancias y la estrechez de los marcos de las puertas.
- … y, además, no tenía ningún familiar con la fortaleza física o salud suficientes para ayudarla de algún modo a bajar las escaleras (aunque sea tomándola en brazos entre dos o más personas).
El único entretenimiento de esta señora era observar el mundo a través de su ventana… sus vecinas y vecinos, personas desconocidas cruzando la calle, comerciantes, vendedores de barrio…, el ensordecedor ruido de niñas y niños jugando en el rellano de entrada al bloque.
Recuerdo que sentí una enorme compasión por esta señora, porque lo que más anhelaba en su vida no era volver a ser joven, ni tener éxito o dinero… sino que anhelaba la libertad para entrar y salir de su casa, limitada en este caso por su situación de dependencia y las importantes barreras arquitectónicas del edificio y de la vivienda en la que vivía.
Ahora que estamos viviendo esta situación de confinamiento por la epidemia del Coronavirus Covid19 me pregunto si esta mujer se sentirá –al menos- algo acompañada en su estilo de vida diario; ahora somos todas y todos los que vivimos en las ventanas, o en los balcones y terrazas de nuestras casas. Y también me pregunto: ¿cómo sería vivir de este modo por años?
No puedo imaginar una respuesta.
El 14 de marzo de 2020 se declaró el Estado de Alarma en España, afectando a toda la ciudadanía del ámbito territorial nacional. Aún no llevamos un mes confinados en nuestros domicilios (saliendo lo justo para la cobertura de nuestras necesidades más básicas) y las personas especialistas en psicología afirman que este confinamiento y aislamiento social puede provocar síntomas psicológicos de gravedad, agudizados en este caso por el MIEDO.
En estos días no paro de acordarme de todas las personas a las que he visitado en su domicilio para tratar de aplicar un recurso a través del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia en Andalucía, y que llevan años sin salir a la calle… permanentemente confinadas en su hogar y sin ningún tipo de apoyo psicológico o emocional.
Muchas de ellas me han preguntado si no habría algún servicio público que las pudiera bajar en peso a la calle, o algún servicio promovido por el voluntariado. Y la respuesta es NO, no existe.
Creo que se debería articular ese servicio a la comunidad, ahora más que nunca considero que es de justicia que todo el mundo que lo desea y lo necesita en su día a día – en circunstancias normales- pueda salir a la calle. Eso también es salud y calidad de vida.
Nunca lo tuve tan claro como hoy. Salir a la calle -en circunstancias normales- debería ser un derecho para todo el mundo, y debería garantizarse.
#ciudadesaccesiblesparatodaslaspersonas
Inmaculada Asensio Fernández.