Sé impecable con tus palabras -dice el Dr. Miguel Ruiz en su libro «Los cuatro acuerdos». Este principio fundamental del Dr. Ruiz nos recuerda el poderoso impacto que las palabras tienen para la vida de las personas, y cómo influyen en el modo y la calidad de sus relaciones con los demás.
Lo característico que tienen las palabras es que una vez pronunciadas, ya no vuelven. Y no sólo quedan contenidas en el ambiente o espacio donde han venido a caer, sino que su eco resuena en la propia conciencia del que las emite, y en la de la persona a la que se han dirigido, generando una onda expansiva que puede ser de amor, comprensión, alegría, dicha… o de rechazo, dolor, angustia, odio, tristeza… entre otras. Es por este motivo importante pararse a pensar, antes de calentar con nuestras palabras las conversaciones que mantenemos con los demás, o incluso los diálogos en off que mantenemos con nosotros y nosotras mismas.
De cada persona depende la calidad de sus pensamientos y la fuerza de sus reacciones. Si no sabemos reaccionar de una manera constructiva ante el dolor, la frustración, el enojo o el miedo, podemos aprenderlo, para nuestro beneficio y para el beneficio de quiénes nos rodean.
Hace un tiempo recibí un email que trataba sobre las heridas que dejan las palabras, utilizando la metáfora del folio en blanco:
Imaginad un folio en blanco, liso, limpio y en perfecto estado. Si este mismo folio es tomado por una persona en estado rabioso o enfurecido, hay probabilidades de que lo estruje y lo deje reducido a una diminuta bolita de papel, que más tarde acabará tirada por el suelo o en la papelera.
Si una vez hecho esto, alguien tomara esa misma bola de papel e intentara dejarla igual que antes, es decir, blanca, lisa, limpia y en perfecto estado, por mucho que se afanara tratando de estirar el papel, sería muy difícil que quedara como nuevo, pues siempre se notarían los surcos de todas esas dobleces tras estrujarlo con fuerza. Y cuanto mayor haya sido la violencia o agresividad para reducir el folio a bolita de papel, mayores serán esos surcos y más difícil será devolverlo a su estado original.
Esta metáfora pone de manifiesto algo que sucede todos los días en las relaciones interpersonales, donde la comunicación se torna tensa y difícil, y se terminan diciendo palabras dolorosas, desde el yo más herido y frustrado, y que dañan a la persona a la que se dirigen. Este acto viene del proceso de dejarse llevar por la EMOCIÓN del momento, además del NO-PENSAR o no- reflexionar sobre lo que se está diciendo y sus repercusiones.
Ahora bien, tan importante es no perder las formas en una conversación, como tener en cuenta que esas mismas palabras, expresadas para causar dolor, aunque se digan en tono afable y tranquilo, pueden generar el mismo impacto anteriormente descrito.
El poder de las palabras es innegable. Estas, una vez pronunciadas, funcionan como hechizos, y esto nos lo recuerda el Dr. Miguel Ruíz en el libro mencionado. Funcionan como hechizos que dejan a las personas que las emiten y reciben envueltas en una dinámica, inercia o energía a la hora de relacionarse, generando malestar o bienestar, pudiendo causar pérdidas irreparables.
La reflexión en estos casos, aunque sea a posteri, puede ayudar a modificar este tipo de comportamientos, canalizando esas emociones de una forma más ecológica con el entorno.
De cada persona depende la calidad de sus relaciones y de su vida; es por ello importante recordar esa frase que dice: «no hables si lo que vas a decir no es más bello que el silencio».
Autora: Inmaculada Asensio Fernández
Un comentario en “El poderoso impacto que tienen las palabras”