Historia reciente de los Servicios Sociales en Almería: la experiencia de Concha Márquez

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Inmaculada Asensio y Concha Márquez en un momento de la entrevista.

Concha Márquez es toda una ´institución´ en cuanto a servicios sociales se refiere en la ciudad de Almería. Formada en asistencia social en las primeras promociones españolas, y con una trayectoria laboral de casi 40 años. Hoy día ostenta el cargo de Directora del Centro de Servicios Sociales de Nueva Andalucía (Ayuntamiento de Almería).

 

Un desayuno da para mucho, sobre todo cuando la persona con la que se comparte conversación es una mujer con tanta experiencia y ganas de compartir. Tras pedirnos un café y media tostada, comienzan las preguntas, que diligentemente va contestando nuestra amiga Concha.

La primera pregunta a Concha es sobre qué la llevó a estudiar trabajo social –bueno, ´asistencia social´ se llamaba en aquella época.

Avanzaba el año 1973 y Concha estudiaba en un Colegio Menor en el que una de las catequistas que les daba clase en C.O.U era ´asistente social´; a ella le llamaba la atención el trato que esta profesora dispensaba a las alumnas. Tenía largos ratos de charla con las adolescentes, y para ellas era un gran apoyo. Esa faceta de reforzar a las personas, de  dar –como le parecía a Concha- tenía que ser algo bueno.

En ese mismo año 1973 solicitó plaza en la Escuela de Asistencia Social de Alicante y la llamaron para hacer una prueba, que finalmente superó y fue admitida. En 1974 comenzó sus estudios y los finalizó tres años después: en 1977.

En esos años, el panorama laboral estaba en torno a las Escuelas de Asistencia Social. La única manera de que hubiera profesionales con una cierta categoría, era que el Plan de Estudios fuera determinante, y en este sentido –destaca Concha- se emplearon a fondo, tanto ella como otras personas que también se involucraron en este proyecto. De hecho contaron con la inestimable ayuda de Ezequiel Ander Egg, quién casualmente se encontraba en España y, dado que había tenido un accidente y requería de una intervención quirúrgica, comenzó a trabajar en la Escuela de Asistencia Social, y esto generó que la plantilla de profesorado se extendiera a profesionales de América Latina, lo que enriquece aún más los procesos de formación.

Tras la finalización de sus estudios regresa a Almería, y se encuentra con la realidad de la asistencia social de aquellos años en esta ciudad: “todo está por hacer”. Esto es bueno y malo a la vez: bueno porque es un momento dispuesto para la creación, y malo porque hay que hacer lo posible por buscarse un hueco en el mundo laboral. El panorama de asistentes sociales que había en Almería en ese año 1977 es el siguiente: 2 asistentes sociales en el manicomio, 2 asistentes sociales en el Hospital Provincial, 2 asistentes sociales en el Instituto Nacional de Servicios Sociales, 2 asistentes sociales en las mutualidades laborales, 2 asistentes sociales en el Hogar Provincial Virgen del Pilar, 1 asistente social en la casa del mar, 1 asistente social en el gobierno civil (hoy la Subdelegación del Gobierno) y 1 asistente social en la ONCE: en total 13 asistentes sociales, y sin perspectivas de encontrar un primer empleo a la vista.

Concha comienza sus primeros pasos laborales como otras muchas personas que recién terminan sus estudios (como por ejemplo una servidora) en trabajos relacionados con el mundo de la hostelería.  En el caso de Concha trabajaba por las mañanas, y las tardes las tenía libres, de manera que decidió buscar una ocupación más social para las tardes, para ir abriendo camino respecto a la formación que había finalizado.

Concha y su hermana (hoy día también trabajadora social) se pusieron en contacto con un profesor de la Escuela de Magisterio que era párroco en la Iglesia de San Roque, del barrio de Pescadería, del que habían escuchado estaba muy involucrado con temas sociales. Él les comentó que había una zona en la Chanca, “la Calamina”, a la que acudían muchas personas del barrio que se encontraban en situación de necesidad; les habló de dos personas, un médico y un psicólogo, que estaban haciendo el servicio militar y que también realizaban labores de voluntariado en la Calamina. Ellos dos podían orientarlas para abrirse paso en estas actividades y así lo hicieron, de modo que comenzaron a realizar labores de voluntariado junto a  ellos en el citado barrio.

En Diciembre de ese mismo año 77 una persona afiliada a Comisiones Obreras contacta con Concha para pedirle que colabore en un proyecto para mejorar las condiciones de vida de las personas que trabajan en el sector de la pesca (ya que no tenían ni siquiera convenio laboral), pero además se enfrentaban a todo tipo de contingencias y situaciones personales que mermaban su calidad de vida: muertes, accidentes, enfermedad, pobreza, etc. Sin mediar ningún tipo de retribución económica, Concha acepta comenzar a trabajar en el sector de la pesca con el objetivo de aprender e ir acumulando experiencias prácticas de trabajo en la asistencia social. Tal como se dijo antes: todo estaba por hacerse, y su actitud era de total apertura hasta que le llegara su oportunidad.

El primer salario de Concha surge en Febrero de 1978, fecha en la que comienza a trabajar en una asesoría laboral. Aunque era un trabajo completamente nuevo para ella, decide aceptarlo y darse la oportunidad de aprender y mejorar la calidad de vida de las personas trabajadoras, con sus aportaciones y su visión como asistente social -que se denominaba en aquellos años.  Dice Concha que aprendió mucho de su contacto con los sindicatos, de hecho del sindicalismo destaca tres cosas muy importantes: aprendió a  manejarse en el trato con las personas, aprendió lo que son las grandes reuniones y el trabajo en equipo; y por último y no menos importante, aprendió lo que son los derechos.

Concha recuerda que en estos años la labor de ayuda a las personas necesitadas en enmarcaba en labores de beneficencia, pues no había ni servicios sociales (al menos no así denominados y entendidos como derechos de las personas) ni había una asistencia social definida y con trayectoria en Almería.

Los primeros Ayuntamientos democráticos comienzan a funcionar en el año 1979, y al año y medio se convocan dos plazas de asistencia social. De este modo, en 1981 Concha comienza a trabajar en el Ayuntamiento de Almería, con la perspectiva de crear un contenido de puesto de trabajo en el que no hay ningún precedente. Como dato ilustrativo del nivel de calidad de vida de algunas personas en la  ciudad de Almería de la época, Concha nos habla de un Plan de Sanidad con el que comienza a trabajar, el Plan Provincial de Asistencia a la Lepra, dirigido a erradicar la lepra la ciudad. Es curioso escuchar hablar de lepra en estos años de la historia reciente, pero así es.

Concha y su compañera de trabajo se encontraron con el reto de crear las primeras líneas de actuación en el Ayuntamiento, que se centraron en:

1º Crear un servicio de atención social municipal digno –lo que hoy conocemos como SIVO (Servicio de Información, Valoración y Orientación).

2º Tomaron todos los sectores o colectivos en los que se daban situaciones de necesidad y/o problemas sociales, como por ejemplo mujer, discapacidad, drogodependencias, infancia, consumo, tercera edad, etc. A diario leían el BOE y allá donde aparecía una subvención del tipo que fuera, ahí estaban ellas elaborando proyectos para mejorar la calidad de vida de todos estos colectivos. De todos esos proyectos, algunos pudieron materializarse, pues se aprobaron, y que han sido el germen de algunos servicios que hoy conocemos, como por ejemplo la ayuda a domicilio. Surgió como un proyecto, y ya está instaurado como parte vertebral de los servicios sociales. Pues así se comenzó con el resto de colectivos, a sentar las bases de los servicios sociales que hoy conocemos.

Progresivamente, se fue ampliando la plantilla de profesionales destinados a labores sociales en el Ayuntamiento de Almería, de manera que el 1986 había en plantilla un psicólogo, cuatro trabajadores sociales, y siete educadores. En aquellos momentos el Ayuntamiento de Almería estaba preocupado por tres aspectos: (1) Las personas que al no tener trabajo no pagaban la seguridad social y quedaban al descubierto de asistencia médica y farmacéutica; para ellos el Ayuntamiento tenía un censo benéfico para ser objeto de asistencia de médico- farmacéutica. (2) El denominado ´Socorro de Alcaldía´, que era una partida económica municipal que se solicitaba directamente al Alcalde. Recuerda Concha las largas colas que se formaban en la puerta del Alcalde, y en este sentido este tipo de ´socorro´ pasa directamente a ser gestionado por las asistentes sociales, en base a criterios objetivos y diseñados por ellas mismas para mejorar la calidad de vida de las personas. (3) En tercer lugar, otro caballo de batalla era el Albergue Municipal de transeúntes. En este Centro se encontraban personas y poblaciones de todo tipo, sin orden ni concierto, de manera que se vio la necesidad de establecer unos criterios para organizar a las personas beneficiarias, y poder realizar una labor de reinserción más integral y adecuada.

En 1988 se aprueba la Ley Andaluza de Servicios Sociales, y esto marca un cambio importante en la el devenir de los servicios, que se estructuran en comunitarios y en especializados, de manera que –en palabras de la propia Concha- vino a ponerle nombre y a estructurar lo que ya existía. Se crearon diferentes mesas de trabajo para avanzar en diferentes materias sociales, y se produjo un importante avance en la evolución de los servicios sociales y de los derechos de las personas.

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Concha Márquez y un compañero Educador Social  en el Ayto. de Almería (1990).

Paralelamente, se cambia la denominación de la profesión de asistencia social por trabajo social, pero Concha no observa en este cambio una repercusión para la profesión, en lo que a efectos prácticos se refiere.

Se le pregunta a Concha por las diferencias más significativas entre el antes y el después (el ahora) de los servicios sociales en Almería, y a este respecto señala que lógicamente hay diferencias, pero la esencia del cometido como técnicos de lo social sigue siendo la misma: ¨ser buscadores de causas y proponentes de soluciones¨.

Concha destaca que se ha ganado en oficialidad, pero se ha perdido en espontaneidad. Esto se traduce en que ya no se hacen tantas cosas innovadoras como antes, en la génesis de la historia de los servicios sociales. De algún modo se puede decir que estamos atrapados en la burocracia, en la estructura, y nos sentimos cautivos de la maquinaria que hemos creado. Hay un cierto talante acomodaticio en los profesionales, derivado tanto del sistema como de las exigencias que plantea la vida diaria, y esto también es una realidad con la que nos estamos enfrentando, un muro invisible.

Concha nos advierte del riesgo de que los servicios sociales municipales queden relegados al funcionamiento de una gestoría. En este sentido nos recuerda que hay una parte de papeleo inevitable, pero que no puede ser la razón del trabajo y de la relación con estas personas que, movidas por condicionantes personales, atraviesan problemas sociales que hay que prevenir y atajar, cosa que no tiene demasiado claro que esté pasando. A veces parece más importante el trámite administrativo que mirar a la persona en toda su dimensión y capacidades, y esto es un riesgo y un error.

El futuro de los servicios sociales no está claro. Aún estamos viviendo las consecuencias de una importante crisis económica que ha mermado mucho las condiciones de vida de las personas. Concha advierte que hay grandes debilidades, entre las que destaca la falta de cuestionamiento respecto al funcionamiento de las familias y de las personas, el análisis del entorno, teniendo en cuenta a las personas que lo integran, esa parte de la vida que afecta en lo social y que aboca a padecer problemas repetitivos que pasan de generación en generación; considera que se ha de profundizar en qué está pasando con este sistema productivo y socio- económico que está relegando a las personas a un lugar invisible donde sólo lo visualizan las estadísticas ¿Qué lugar vamos a ocupar en una década?

La política es un asunto de todos, no el privilegio de unos pocos. Lo que no podemos ser los ciudadanos es ´sufridores de la política´, sino protagonistas. Con el voto decidimos, y es importante ejercerlo, pues no estamos al margen de la política. Todo lo contrario: la política ha de ser activa y de todos.

Gracias Concha, por tu apertura y disponibilidad para resumir tan brevemente la historia reciente de los servicios sociales en Almería.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

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