Destierro

destierro

Imagen tomada de:  https://goo.gl/JoAh0y

Me despierto con sabor amargo en la boca y con mucha sed. La noche ha sido larga y mi compañía el vino. Procuro incorporarme poco a poco, aunque vuelvo a dejarme caer sobre este colchón viejo y hundido; los muebles se han empeñado en hacerme la puñeta moviéndose y cambiando de lugar a toda velocidad, incluso la pared se ha puesto a dar vueltas con el solo propósito de molestarme; una arcada me quema la garganta. Me dejo morir girando suavemente la cabeza y mirando por la estrecha ventana de esta habitación fría y sombría. Desde este lugar puedo ver las ramas del único árbol que ha sobrevivido al abandono de esta casa que un día fue de mis padres y que ahora es mía. Un árbol de ramas oscuras que se retuercen aún más que yo buscando los rayos del sol, seco y arrugado como mi piel.

Un duro golpe de tos me obliga a incorporarme de nuevo, cosa que me empuja a hacer un repaso de todos los huesos que habitan mi cuerpo. No tengo claro si es dolor lo que siento o simplemente me pesan. Me vuelve la tos y me deja sin aire… Tiene usted que dejarme ayudarlo a dejar de fumar de una vez por todas  —me dice el doctor; tiene gracia que ese personaje cuatro ojos, con bata blanca y pinta de sabelotodo me diga a mis 80 años lo que debo hacer. Mi primer cigarro me lo dio mi padre, a los 7 años, para hacer de mí un hombre, para que perdiera el miedo a salir a estas tierras yermas de noche con el rebaño. Qué se iba a imaginar el viejo que finalmente sería yo el que se quedara con este cortijo de mala muerte donde solo crece la mala hierba. Ya me lo decía mi madre, que me fuera de aquí para labrarme un futuro; que buscara mujer para hacer familia…

Otra vez me vuelve el dolor que me hace doblar el cuerpo en posición fetal, agarrando con fuerza las sabanas…; no sé si es por la angina de pecho o por el recuerdo de mi madre. ¡Tonterías! El problema es este vino de las parras de Torcuato que no vale una perra gorda, como todo lo que rodea esta casa que no es si no mi propio nicho… Vete de aquí hijo mío –decía mi madre. Pero yo no, yo tenía que quedarme aquí ahogándome, muriendo poco a poco.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

2 comentarios en “Destierro

  1. carlos sandoval dijo:

    Es una narración muy triste «destierro»……De un hombre que se le iba la vida poco a poco y no supo hacer algo…con ella….Sentí mucho dolor…Y me ví en alguna medida reflejado a mi mismo…

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