
ILUSTRACIÓN DE: Sveta Dorosheva, tomada de: https://goo.gl/wDNFJG
Dicen algunas teorías que tratan de explicar el origen de la violencia, que la escasa tolerancia a la frustración puede ser un factor desencadenante de este tipo de conductas (véanse los estudios clásicos de la Universidad de Yale en 1938, realizados por Dollard, Miller y colaboradores).
Sentir frustración puede llegar a ser muy desagradable, hasta el punto de poner en jaque nuestro bienestar y autoestima… y todo por un deseo no satisfecho. Puede estar relacionado con algo material que no tenemos, con un afecto que no logramos alcanzar, con la necesidad de reconocimiento externo, etc. Puede vestir muchos ropajes, pero al final la sensación es la misma: no puedo. Y no siempre las causas de esta imposibilidad están bajo nuestro control, sino que no queda más remedio que aceptar que no todo está a nuestro alcance, pero aún así la vida sigue siendo perfectamente aceptable.
Sin embargo, en ese momento exacto en el que experimentamos un profundo sentimiento de contrariedad, ¿qué podemos hacer con la frustración?, ¿podemos meter la frustración en una botella, lanzarla al mar y sentarnos a esperar una respuesta?, ¿nos comemos la frustración con patatas? No existe una respuesta ideal, pero lo que está claro es que conviene aprender a gestionarla para que no gobierne nuestra vida.
No se puede tener todo lo que se desea, y además no siempre lo que deseamos es conveniente o saludable para nuestra vida, aunque en esto no se suele reparar. De hecho, la escultura de nuestro carácter alberga muchos noes y muchos nopuedo que alguna vez fueron pensados, o dirigidos hacia nuestra persona («tú no puedes, tú no sabes, tú no vales…»), pronunciados -incluso- por quiénes más nos querían o valoraban. Las personas podemos ser muy contradictorias, e incluso podemos decir cosas que no sentimos realmente, fruto de un secuestro emocional momentáneo.
La sencillez y la humildad de una persona, incluso su generosidad, están bañadas en las cálidas aguas de la frustración ya resuelta, madurada… lo que yo llamo frustración amiga.
– “¿Puede ser verdad que hay algo fuera de mi que puede hacerme feliz… aunque quizá ni lo tengo, ni lo conozco?
La próxima vez que te pilles en un sentimiento de desánimo o desaire porque las cosas no salieron como tú querías, pregúntate qué esperas que te aporten las circunstancias, personas o situaciones que añoras, y que tú no te sientes capaz de darte.
Puede que a raíz de esta nueva pregunta, la frustración te suene a estación pasajera.
Puede que a raíz de esta nueva pregunta, dejes de lamentarte.
Puede que a raíz de esta nueva pregunta, el miedo desaparezca.
Suerte.
Autora: Inmaculada Asensio Fernández.
Extraordinaria reflexión y lección, es una sencilla exposición acerca de la madurez y el camino a seguir para lograrla, pero muy grande en profundidad.
Gracias, querida Eladia. Un abrazo.