Ojo con el Efecto Espectador, te paraliza diciendo «no hace falta que hagas nada, ya lo hará otra persona»

Rebecca Deutremer Ilustracion

Ilustración de Rebecca Dautremer tomada de https://goo.gl/2bB8Xo

El efecto espectador es un fenómeno psicológico por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo.

“Ya habrá actuado otro, ya habrá llamado otro, ya se habrá preocupado otro”

El 13 de marzo de 1964 una mujer llamada Kitty Genovese fue brutalmente asesinada frente a su domicilio, en Nueva York. Como gerente de un negocio de hostelería, regresaba a su casa a las 03.00 de la madrugada, y cuando aparcó su coche en la puerta un hombre la atacó con arma blanca, la violó y finalmente la asesinó. Antes de marcharse y dejarla desangrándose en mitad de la calle, le robó 49 dólares.

A kitty Genovese la mató la ciudad

El ataque duró sobre la media hora y pudo ser observado por más de 37 personas, desde sus ventanas y locales cercanos, ya que los gritos pidiendo auxilio de Kitty Genovese no cesaron en ningún momento durante esos 30 minutos.

El asesino huyó y Kitty Genovese fue trasladada en ambulancia, debido a la llamada tardía de un testigo. Murió de camino al hospital. Afortunadamente el asesino fue detenido días después e ingresó en prisión.

A pesar de que el New York Times relató que fueron unas 40 personas las que observaron el incidente, nadie intervino hasta bastante tiempo después de iniciado el asalto, de manera que ninguna persona hizo nada por salvar su vida.

Este hecho despertó el interés de psicólogos e investigadores, de manera que Bibb Latané y John Darley  iniciaron una investigación social para esclarecer cómo era posible que ninguna persona la ayudara en plena vía pública (Quiñones, L. 2016. La Nación).

El Efecto Espectador

Se pudo demostrar que hay un efecto social denominado “Efecto Espectador” que se produce cuando varias personas observan un hecho conflictivo, peligroso o de riesgo y sin embargo nadie hace nada para impedirlo, desde la creencia de que otra persona lo hará. Todo el mundo piensa que otra persona actuará; otra persona llamará; otra persona hará algo… de manera que toda la responsabilidad se diluye y al final nadie toma la decisión de intervenir.

Unido a lo anterior, estamos sobreexpuestos a situaciones de dolor, a los conflictos y agresiones (en los medios de comunicación, por ejemplo) y nos hemos acostumbrado a mirar hacia otro lado para protegernos, o incluso a mirar y no ver… no hay un auténtico sentimiento de comunidad o de grupo.

Una experiencia reciente que me ha llevado a escribir esta entrada de blog

Hace poco menos de un mes una persona de mi entorno me comentó algo que le había pasado al parar a repostar en una gasolinera antes de acudir a mi encuentro, para almorzar juntos. Me comentó temas sin importancia relacionados con el precio del combustible, la cantidad de personas que había en la gasolinera… y que un hombre que iba justo delante de él en la cola para pagar al parecer llevaba unos tragos de más, a juzgar por la cara que puso la dependienta cuando se dio la vuelta y se marchó este señor.

Ella comentó que olía muchísimo a alcohol y que ese hombre no estaba para conducir. Añadió, apenada pero sin conciencia de la repercusión de lo que estaba diciendo que “para colmo este hombre llevaba en el coche a una niña, y que por cómo olía desde luego no estaba para conducir”. En ese momento, él comentó a la dependienta que si ella lo había olido e iba pasado de alcohol y llevaba a una menor con él en el coche, lo conveniente sería que avisara a la Guardia Civil. Ella lo miró seriamente y le contestó: “tienes razón, lo suyo es llamar a la Guardia Civil”.  Por tanto él pagó, dio las gracias y se marchó para encontrarse conmigo.

Por mi parte, nada más escuchar esta parte del relato durante el almuerzo comencé a ponerme nerviosa… una niña, un hombre con exceso de alcohol, puede que borracho… ambos solos y él conduciendo… En fin, se me encendieron todos los pilotillos de emergencia. Me faltaban respuestas y me sobraban preguntas, de manera que me llené de verbos y adjetivos para pedir explicaciones sobre por qué él mismo no había llamado a la Guardia Civil.

Él respondió tranquilo: “No te preocupes, le dije a la dependienta que llamara a la Guardia Civil, pues además fue ella la que se dio cuenta del olor a alcohol y de que viajaba con una niña”.

Mi cara un poema. ¿Y tú no has podido llamar en ese mismo momento para asegurarte de que la gestión quedaba hecha? ¿Y si el hombre no está para conducir? ¿Y si tienen un accidente? ¿Y si…? Medio millón de “Y si´s” cruzaron mi mente en poco menos de un minuto. Sin embargo él estaba almorzando tranquilo desde el convencimiento de que esa amable dependienta había cumplido con lo acordado.

¿Quieren saber lo que de verdad ocurrió?

Sin pensarlo mucho le pregunté qué gasolinera era y busqué el tlf en google. Llamé y respondió una mujer muy amable a la que pregunté si ella había atendido hacía unos 30 minutos a un hombre que viajaba con una niña y que olía mucho a alcohol, y contestó que sí. Le revelé el contenido de la conversación mantenida en ese momento durante el almuerzo, y le pregunté expresamente: ¿has llamado a la Guardia Civil?

Su respuesta no se hizo esperar: no. Luego comenzó con evasivas… yo no vi el coche, yo estaba trabajando y tenía mucha gente, yo veo muchas cosas feas en este trabajo y no puedo estar todo el día llamando a la Guardia Civil… Y luego argumentó: ¿y por qué no ha llamado él si tan claro lo tenía? Yo no le dije que lo haría, sólo me callé y asentí. También podía haber llamado él.

Ya podéis imaginar mi indignación. Estuve un rato al tlf con esta señora haciéndole ver que si observamos una situación de riesgo o peligro, no podemos pasar de largo, porque no hay actitud más deshumanizada que esta. Ella me daba la razón, pero me decía que no quería problemas.

Nos perdimos en un sinfín de explicaciones por mi parte y de excusas por la suya. Le pregunté por los detalles del coche, del hombre o dirección tomada para llamar yo misma a la Guardia Civil, pero lamentablemente no recordaba nada (o eso me respondió).

Mi acompañante durante el almuerzo quedó de piedra al comprobar in situ a quién estaba telefoneando. Escuchó entre preocupado, culpable y aturdido todo lo que pudo sobre entender de esta conversación, a la luz de mis diálogos con esta trabajadora de la gasolinera.

Cuando finalmente colgué el tlf me dijo: “me has dado una lección que no olvidaré nunca”.

Por favor, si observas una injusticia, una situación de riesgo o un peligro cierto, no pases de largo, actúa. Mañana te puede pasar a ti.

Inmaculada Asensio Fernández.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s