
Inmaculada Asensio.
La única manera de no repetir la historia es conocerla y aceptarla: reconocerla.
Sobrinos y sobrinas, como vuestra tía que soy –la tita Inma- quiero transmitiros que estoy muy preocupada por todos los cambios que están sucediendo a nivel político en España. Soy mujer y conozco bien mi historia y la de todas las mujeres con las que me he cruzado a lo largo de mi vida: de mi familia, de mi barrio, de mi colegio, de mi instituto, de mi universidad, de mi oficina y de todos los lugares por los que he viajado: Inglaterra, Escocia, Irlanda, Costa Rica, Alemania, Holanda, Bélgica, Italia, Marruecos, Brasil y California; y sin necesidad de pedir permiso lo afirmo alto y claro: EL MACHISMO HA SIDO PARTE DE MI HISTORIA Y LA DE TODAS LAS MUJERES QUE HE CONOCIDO, en España y en el resto de países.
Quiero contarte esto para que tengas un argumento más que te ayude a indagar un poco acerca de todo lo que se dice sobre machismo y feminismo. Me gustaría que pudieras comparar lo que comento en estas líneas con tus experiencias, con la historia viva de aquellas personas con las que te cruces a lo largo de tu vida, y con lo que puedas leer en los libros: cuanto más leas, mejor. Si te quedas sólo con lo que oyes en la calle, de personas quizá cercanas, en internet, en la prensa o televisión… podrán intentar hacerte creer que el feminismo tiene propósitos ocultos, o negativos, pero lo que ocurre es que no interesa que las personas luchen por sus derechos, exijan un papel visible y activo en la sociedad.
¿Habéis oído hablar del feminismo? ¿Lo consideráis positivo o negativo?
Veréis, cuando yo era pequeña y estaba en el colegio una mañana vinieron a mi clase dos mujeres –no sé si eran maestras o psicólogas- a hablarnos sobre la mujer y su papel en la familia y en la sociedad. Recuerdo que juntamos nuestras mesas de clase en un gran circulo, y cada uno de nosotros y de nosotras fuimos haciendo un dibujo sobre cómo veíamos en casa a mamá y a papá. Yo, y casi todas las niñas de la clase, dibujé a mi madre cocinando, limpiando, lavando ropa, tendiendo y haciendo tareas domésticas en casa. A mi padre lo dibujé sentado en una oficina y con muchos papeles sobre la mesa.
Una de estas mujeres nos pidió que representáramos una especie de teatrillo con estas escenas dibujadas, y nos hizo ver cómo las mujeres tenían un papel de total dedicación a su familia, un papel sumiso y con no mucha valoración por parte del resto de la familia.
Cuando nos preguntaban cómo sabíamos que mamá estaba cansada, o no quería hacer algo… sencillamente no lo sabíamos. Nadie en clase se preguntaba cómo estaba mamá, cómo se podía sentir después de ese largo día de trabajo, porque entre otras cosas, nadie consideraba eso “un trabajo”, sino más bien una obligación. Ellas nos hablaron de que las mujeres podían hacer muchas cosas que hacían también los hombres, e incluso -aunque cocinaran e hicieran muchas cosas en el hogar- también podían decidir trabajar fuera de la casa (igual que papá), y la manera de poder hacer esto (trabajar los dos) era que papá también colaborara en las tareas de la casa. Casi todos los niños y las niñas nos reímos imaginando a papá haciendo tareas del hogar… ¡eso es imposible, papá se negará! Y es que en ese momento histórico, aquello era impensable. El hombre trabajaba en la calle y la mujer estaba en la casa con los hijos e hijas.
No me voy a detener, queridos sobris, a explicar las diferencias en la educación que hemos las hoy mujeres de mi época, cuando éramos niñas. Los roles de género eran muy distintos, y más de una y de dos (entre las que me incluyo) queríamos ser chicos para tener opciones distintas… y más libertad.
Sólo gracias a mi formación académica (y a que mi padre me impulsó a estudiar y me apoyó siempre para que pudiera tener más opciones de desarrollo en el futuro); y también gracias a que he tenido la suerte de conocer personas con un buen nivel cultural y con mentalidad abierta y -por qué no decirlo- gracias a estas profesionales que nos explicaron que tanto el hombre como la mujer pueden trabajar en la casa como fuera de ella… pude plantearme un tipo de vida diferente al que estaba previsto para mi, pude enfrentarme a todos esos muros que la sociedad había levantado a mi alrededor por ser mujer: nunca quise ser «ama de casa», ni tuve una vocación decidida como cuidadora familiar no profesional. Mi vocación es ayudar a los demás, y mi sosiego lo he encontrado en los libros.
El feminismo no es lo contrario al machismo.
Esto es algo que mucha gente ignora, pero es un error que se soluciona de manera muy sencilla: acudiendo al diccionario. Vamos a ver qué nos dice el diccionario de la Real Academia Española del machismo y del feminismo:
Machismo
- m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
- m. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón (actitud de superioridad frente a la mujer).
Feminismo
- m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.
- m. Movimiento que lucha por la realización efectiva de la igualdad del hombre y de la mujer.
Ahora bien, ya que hemos visto que no son antónimos, sino que machismo es superioridad, y que feminismo es igualdad, ¿cómo creéis que surgió el feminismo en España?
Aunque no lo imaginéis, hubo un tiempo en que las mujeres no podíamos votar; no podíamos abrir una cuenta bancaria sin el permiso de nuestro padre o nuestro marido; no podíamos testificar en nuestra propia defensa en un juicio; no podíamos casarnos con quién queríamos nosotras; no podíamos leer los libros que queríamos, y además no encontrábamos a las mujeres en los libros porque no existían en la literatura; no podíamos estudiar –ni mucho menos ir a la universidad; no podíamos trabajar, al menos no sin el permiso de nuestros maridos; no podíamos divorciarnos, ni siquiera cuando nuestro marido nos maltrataba, incluso gravemente y poniendo en riesgo nuestra vida. Nosotras, simplemente por ser mujeres, no éramos titulares de derechos civiles tan simples como éstos, sólo por el hecho de nacer mujeres.
Nuestro color era el rosa, y nuestra educación destinada a un solo fin: servir al hombre, obedecerle.
Pero en todo momento histórico ha habido personas luchadoras que han cambiado el rumbo de la historia, y que han puesto en riesgo su propia vida para defender aquello en lo que creían.
Lo primero que conseguimos fue el derecho al voto.
El origen del feminismo lo encontramos en el sufragismo (sufragio=voto). Esas primeras mujeres que lucharon por el derecho al voto femenino, prohibido en España hasta el año 1931, que se aprobó en la Constitución de la primera república, pero ese año hubo elecciones y la mujer no pudo participar activamente. En realidad, la primera vez que la mujer pudo votar en España fue en el año 1933, y supuso el estreno de la mujer como ciudadana completa.
No fue fácil conseguir el derecho al voto: agresiones, abucheos, insultos, desconsideración y escarnio social y público… ¿de verdad creéis que las mujeres lo consiguieron sólo hablando sentadas tomando un café? ¡No! Fueron años de luchas y movilizaciones en las calles y ahora parece que todo eso no ha sucedido. Muchas personas quieren ocultar esta parte de la historia.
1981 fue un gran año para las mujeres en España.
Hasta 1981 las mujeres debían pedir permiso a su marido para poder trabajar, cobrar su salario, ejercer el comercio, abrir cuentas corrientes en bancos, sacar su pasaporte, el carné de conducir, etc. La mujer casada seguía la condición de su marido, incluso perdía su primer apellido por el del marido, y él decidía donde se vivía y donde no: toda buena mujer estaba siempre al lado de su marido, donde él quisiera estar. El marido podía disponer de los bienes comunes sin el consentimiento de su esposa, con la sola excepción de los inmuebles y establecimientos mercantiles. Hasta el año 1981 la mujer soltera se equiparaba a una persona menor de edad y no podía abandonar la casa sin el consentimiento de su padre. Siempre rebajada a la mínima expresión, sometida. Y además ese año se aprobó la primera ley de divorcio, que permitía –al menos legalmente- a una mujer separarse de su marido, aunque la sociedad lo castigaba, y la Iglesia también.
GRACIAS A LAS LUCHAS DE LAS MUJERES, SE AVANZÓ EN CONSEGUIR MÁS DERECHOS. Las mujeres crearon asociaciones, partidos y sindicatos -en 1987 ya había bastantes asociaciones que tuvieron una influencia decisiva en la evolución de las leyes y el establecimiento de las distintas medidas que se fueron adoptando para equiparar los derechos entre mujeres y hombres y se crearon organismos públicos para trabajar por la igualdad.
El hombre siempre ha tenido los privilegios otorgados por las leyes y las sociedades a lo largo del planeta; y a las mujeres nos ha tocado luchar y recibir golpes e insultos, para poder realizarnos y ser personas de pleno derecho en la sociedad. No nos lo han regalado.
Hoy en día siguen existiendo muchas desigualdades y problemas derivados de nacer hombre o nacer mujer, y por mencionar sólo algunos de ellos, os diré que:
- Las mujeres todavía ganan menos salario que los hombres, haciendo lo mismo, en muchos trabajos.
- Se nos sigue considerando el sexo débil, y se nos infravalora socialmente.
- Ocupamos menos puestos directivos.
- Sufrimos muchas más agresiones sexuales (violaciones y abusos de todo tipo) en comparación con los hombres.
- Sufrimos violencia de género, que se llama así “violencia de género” porque se da desde el hombre hacia la mujer por el sólo hecho de ser mujer, de sentirse superior a ella, de dominarla. Y los casos de violencia de género son muy superiores a los casos en los que mujeres agreden a sus parejas hombres.
Sobrinos y sobrinas, el FEMINISMO ES UNA LUCHA NECESARIA para que en la sociedad no existan privilegios por el sólo hecho de nacer hombre o nacer mujer. Sin embargo, siempre hay personas que no quieren que cambien las cosas. Que desean atesorar el poder y que las mujeres sigamos ocupando el pequeño espacio que nos han ido permitiendo ocupar en la sociedad. Además, ahora existe la moda de que a las que se quejan y reivindican las llaman feminazis, para humillarlas, para hacer creer a todo el mundo que están locas y que no saben lo que hacen.
¿Por qué molesta ahora tanto a muchas personas y grupos políticos escuchar hablar del feminismo?
Molesta porque hablar de la historia del feminismo es hablar de DESOBEDIENCIA.
La desobediencia poco gusta a quién ostenta el poder. Nuestra naturaleza y nuestro género no debería haberse visto encadenado durante siglos a un estilo de vida privado de la educación, del acceso a un empleo remunerado y de ocupar los espacios de la vida pública, sobre todo los tradicionalmente reservados a los hombres: la política, el liderazgo empresarial, los ámbitos de decisión para la propia vida o para el progreso y bienestar de la sociedad.
Todos y todas tenemos derecho a una vida plena y feliz, y eso os deseo yo a vosotros y vosotras.
Os quiero. Vuestra tita Inma.
Autora: Inmaculada Asensio Fernández