A lo largo de mi vida, siempre que he conversado con alguna persona o en grupo sobre algún acontecimiento delictivo y dramático como lo es un asesinato -o intento de asesinato- de estos que de vez en cuando saltan a los medios de comunicación… siempre escucho a alguien calificar a la persona que lo ha cometido como «loco o loca».
«Hay que estar muy mal de la cabeza para hacer algo así, seguramente esa persona tiene una enfermedad mental sin diagnosticar».
Muchas de las personas que trabajamos en el ámbito de la salud mental estamos muy cansadas de escuchar comentarios de este tipo, pues con frecuencia se confunde el trastorno mental con la delincuencia, y aquí hay un sesgo cultural importante que provoca que el estigma por parte de la sociedad hacia las personas con problemas mentales aumente, y en consecuencia el rechazo hacia las mismas.
Precisamente hace poco escuché a un psiquiatra y forense decir que «la maldad existe al margen de la patología», y lo hacía describiendo a José Bretones, el asesino que acabó con la vida de sus propios hijos para hacer daño a su madre que no quería continuar la relación de pareja con él.
«Malos, no locos». Esta es otra frase de Esther Esteban para referirse al que conocemos como asesino de Pioz. En su articulo de opinión comparte cómo siempre que un profesional de la abogacía trata de defender a una persona de un cruel y atroz asesinato (o de una serie de ellos) intenta convencer al fiscal, al jurado y al propio juez o jueza de que esta persona padece algún tipo de enfermedad mental, ya que para una persona con una moral normalizada y que respeta la integridad y vida del resto de personas es muy complicado aceptar que puedan llevar a cabo un acto tan deleznable sin estar enajenados o locos.
No, las personas con trastorno mental grave no tienen porqué ser malas, son personas como el resto; y los casos en los que -fruto de una alteración de la realidad- puedan cursar con episodios graves de violencia, son bastante más aislados de lo que la gente comúnmente cree.
No se puede patologizar todo en una sociedad, por mucho que nos cueste vivir sin poner etiquetas. Es necesario aceptar que cualquier persona con la que te cruzas por la calle puede cometer un acto verdaderamente vil y malvado, si la maldad ha anidado en su conciencia. No debemos catalogarlos como enfermos… o al menos no como enfermos mentales. En todo caso, y tampoco me parece del todo acertado, los podríamos denominar enfermos morales.
Que la asesina confesa Ana Julia Quezada acabara con la vida de un niño de 8 años no nos lleva al manual DSM-5® para comprobar qué tipo de trastorno mental padece. Ana Julia sabía lo que hacía y urdió un plan para llevarlo a cabo sin ser descubierta. Esto no es una característica de la enfermedad mental, esto es maldad.
Tengamos en cuenta lo que es y no es enfermedad mental pues con estas clasificaciones (heredadas de nuestro sistema cultural) podemos hacer daño a personas que verdaderamente si están enfermas, pero que jamás harían daño a nadie.
#Cero Estigma Mental.
Inmaculada Asensio Fernández