
Los rumores son mensajes deformados que funcionan bajo el esquema del teléfono escacharrado.
Los rumores son bulos, porque -cuando van de boca en boca- se va desvirtuando la información original, y lo que queda es un residuo irreconocible. Sin embargo, muchas personas se dejan llevar por los rumores para tomar la importante decisión de alimentar o no la relación con otra persona.
Puede que la persona que soltó el rumor estuviera equivocada, o que no tuviera toda la información, o que lo hiciera en un momento de rabia, o que se lo inventara deliberadamente para hacer daño a otra persona… Da igual, el caso es que una vez se esparce, es complicado recoger los trozos y devolvérselos a quién los lanzó.
Ojo, el rumor tiene vida propia, y una vez está corriendo por los pasillos… ya no se puede atrapar. Sólo esperar a que el tiempo pase, y confiar en que los daños sean pocos.
Para mostrar lo falso que es un rumor, vamos ver una dinámica que se puede trabajar con grupos y que demuestra científicamente cómo se construye un rumor, cómo se distorsiona el mensaje original que se transmite a través de diversos interlocutores.
El rumor
La formadora llama a 6 personas. El resto del grupo permanece en su sitio, para actuar como observadores. De los 6 voluntarios, 5 salen del salón. El primer voluntario permanece en el salón con la formadora y los observadores.
La formadora lee al voluntario la historia, y el voluntario no deberá tomar notas de lo que escucha. La formadora pide al segundo voluntario, que se encuentra fuera del salón junto con los demás voluntarios, que entre en clase. El primer voluntario repite al segundo, lo que oyó de la formadora. Un tercer voluntario entra al salón, y el segundo repite lo que oyó del primero. Se repite el procedimiento hasta que todos los voluntarios hayan oído el mensaje. Y el sexto voluntario escribe el mensaje, para que el grupo lo pueda leer. Para finalizar, la formadora coloca el mensaje original, para poder ser comparado con la versión del sexto voluntario. Luego los voluntarios discuten su experiencia. La formadora encabeza una discusión con el grupo entero sobre las implicaciones de esta dinámica.
Podemos utilizar la historia del granjero:
Un granjero en el oeste de Extremadura, que vivía en un casoplón de tres plantas, colocó un tejado delgado sobre su granero. Poco después un viento huracanado lo hizo volar y cuando el granjero lo encontró a veinte kilómetros, estaba doblado y encogido y era imposible la reparación. Un amigo y un abogado le indicaron que la Compañía Ford de Automóviles le pagaría un buen precio por la chatarra, y el granjero le pidió a un primo suyo que trabaja en correos, que enviara el tejado a la Compañía para ver cuánto podía sacar de él. Lo embaló en una gran caja de madera y lo envió a Avilés, Asturias, poniendo claramente el remite para que la Compañía Ford supiera dónde enviar el cheque. Pasadas doce semanas, el granjero no había sabido nada de la Compañía Ford. Finalmente, cuando estaba a punto de escribirles para averiguar lo que pasaba, recibió un sobre de ellos. Decía así: «No sabemos qué chocó contra su coche. pero lo tendremos arreglado para el día quince del siguiente mes».
Con la realización de la dinámica, los participantes comprobarán que la diferencia entre el primer mensaje y lo que comenta el último participante, es abismal…, de hecho, seguramente no tendrán nada que ver.
El desarrollo de la dinámica se ha tomado del blog https://elcasopablo.com/
Inmaculada Asensio Fernández.