Son muchas las oportunidades que nos da la vida para darnos valor, para autoafirmar nuestras ideas, habilidades y decisiones, siendo esto muy necesario para que ocupemos el lugar que nos corresponde en el mundo, que no es ni más ni menos que el que nosotros queramos o estemos en disposición de darnos.
Esta semana he decidido escribir sobre la importancia de poner sobre la mesa aquello que queremos sacar de nuestro corazón (o de nuestra cabeza), bien porque nos hace daño, bien porque nos hace sentir pequeños, indefensos o malheridos. Y decido escribir sobre ello echando mano de la caja de herramientas que viaja conmigo, con experiencias en las cuales me he visto enfrentada a situaciones que han requerido poner voz a mis necesidades y recordar a otras personas que el respeto ha de estar siempre presente a la hora de comunicarnos, independientemente de si estamos o no de acuerdo respecto a un tema, o de si estamos o no enfadados por su causa.
Nunca sabes en qué parte del camino puedes toparte con un maestro Zen:
DIÁLOGO ZEN: Maestro, ¿qué es lo más importante cuando se trata de mantener y fortalecer una relación entre dos personas, sea del tipo que sea? Hijo, la materia prima de toda relación humana, sea de amistad o de amores o de negocios o lo que sea, es el espacio personal. Una relación es una construcción, una fabricación, por lo que lo más importante para que el producto salga firme y duradero es saber manejar sabiamente esa materia prima: el espacio personal de cada uno.
(cuento tomado de: http://4grandesverdades.wordpress.com/cuentos-zen/)
Y de espacio personal se trata casi siempre, de respetar el tuyo y mostrárselo al resto de personas; pues una cosa está clara, y es que las discusiones son necesarias en muchos momentos de nuestra vida, pues ¿De qué otro modo podemos crecer mediante el intercambio de opiniones? ¿Cómo podemos aprender a poner límites a los demás, si no es discutiendo… practicando? o ¿De qué otro modo podemos aprender a pedir lo que nos corresponde por el simple hecho de ser personas? Una buena respuesta aquí sería: EXPRESANDO, por mucho que nos cueste.
Lo que no se dice no desaparece.
¿Has tenido algún problema con una compañera del trabajo? ¿Tu jefe te ha levantado la voz? ¿Se te ha colado una señora en la cola del supermercado con un carro a tope? ¿Estabas intentando contar algo que era importante para ti y no han parado de interrumpirte? EXPRESALO. No es necesario atacar a nadie para hacer valer nuestros derechos u opiniones, simplemente hablar de ti en primera persona, acerca de cómo te sientes en esa situación, con ese comportamiento o conducta, y lo que esperas de la persona en concreto para la próxima vez.
Poner palabras a lo que hemos sentido es necesario, y además aporta beneficios inmediatos a la persona que se ha lanzado a hacerlo; pero más aún lo es mantenernos en el proceso que eso conlleva. Esto quiere decir, que -muchas veces- al expresar aquello que necesitamos (aunque lo hagamos de manera adecuada y asertiva) nos topamos con sentimientos de culpabilidad, miedo o incluso vergüenza, generalmente heredados de nuestra cultura o de nuestra infancia, a los cuales no podemos ceder en primera instancia, máxime si nuestra conducta ha sido adecuada. Hay que estar en el proceso, aprendiendo y absorbiendo todo lo que nos vaya llegando, teniendo claro lo que nos ha movido a actuar y a expresarnos para parar los pies a esa situación o persona.
Lo creas o no, cuando te haces valer mostrando quién eres y cuál es tu espacio, además de estar dando la oportunidad a la otra persona de aprender algo importante para su vida (otra cosa es que sea capaz de aprovecharlo), estás tomando una postura activa en tus propios conflictos, los estás afrontando, y estás mostrando a esa persona quién eres, y qué es lo que estás dispuesto a tolerar o no en tus interacciones, pues todos tenemos límites, y éstos variarán en función de la persona con la que nos estemos relacionando.
Hay un asunto que me parece el eje central de todo el articulo, y es que a pesar del valor que tiene para autoafirmarnos el expresarnos hacia el resto de personas, lo más importante es que a la primera persona que se lo muestras es a ti misma, y ese es el valor principal de la autoafirmación, el cómo nos sentimos y nos percibimos a nosotros mismos. Es muy necesario que en este camino llamado vida tengamos claro que el compañero o compañera de viaje con el que pasaremos el resto de nuestros días es con nosotros mismos. Y esta realidad es la única que nos permite darnos nuestro sitio. Si yo me voy a acompañar, lo mejor será que me sienta bien, satisfecha o incluso orgullosa de la forma de afrontar las situaciones que me van surgiendo, con el único afán de amar aquella imagen que me devuelva el espejo (entendiendo aquí el espejo como el reflejo del alma). El respeto comienza por ti, y desde ese lugar va al mundo.
Me encanta! Gracias por tus artículos. Motivan y sobre todo, le dan sentido a mi futura profesión. Un saludo.
Gracias a ti. Un abrazo.