Conversar conversamos, pero… ¿cómo lo hacemos?

Señala Amparo Tusón Valls (Universitat Autònoma de Barcelona) que “la conversación es una de las actividades más típicamente humana”, y es que conversar es algo que las personas hacemos casi todo el tiempo, constituyendo el vehículo de unión de las relaciones, ya sean de amistad, afectivas, profesionales o de cualquier otro tipo. De hecho, es frecuente en nuestra cultura charlar –incluso animosamente- con personas desconocidas… en la parada del bus, en el taxi, a la salida del cine, en la cola del súper o donde venga bien, y es que es un bien valioso al que recurrimos a la mínima oportunidad.

Conversar conversamos, pero ¿Cómo lo hacemos?

El arte de conversar no se basa en tener todas las respuestas a la mano, y mucho menos todas las preguntas. Conversar es hablar con otra persona alternando los turnos de palabra, de manera que cada parte tenga su momento y su lugar para expresar lo que piensa o siente. Entendemos, por tanto, que hay un intercambio entre ambas partes, y esto es un aspecto fundamental que marca la diferencia entre soportar una chapa -permitidme la expresión coloquial- y compartir honestamente y de manera enriquecedora con el otro.

Vamos a explorar tres posibles escenarios en los que pueden surgir problemas durante el transcurso de un diálogo, y de qué manera podemos afrontarlos:

Escenario 1: No te gusta lo que estoy diciendo

En lugar de reprenderme, escúchame. Dame tus argumentos, pero no trates de ridiculizarme o de restar importancia a mis palabras, no le quites valor a lo que estoy diciendo alzando tu voz sobre la mía, por mucho que no estés de acuerdo.

¿No te das cuenta que eso no es intercambiar?

Hay ocasiones en las que puedes estar convencida de que la persona que tienes delante está equivocada, no tiene razón o incluso no es capaz de entender claramente tu punto de vista. Seguro que sientes que no tiene ni idea y que tienes que mostrarle las cuatro verdades del barquero ¡Tú sí que sabes!

Pues si esto es así, ten cuidado no vaya a ser que te conviertas en pequeño ogro, y tú sin enterarte, pensando que estás haciendo brillante justicia a este tema o al otro, y desde fuera convertida en un monstruíto nacido para convencer a todos de tu sensatez y superioridad.

*Ogro

  1. 1. Ser fantástico y gigantesco parecido al hombre que se alimenta de carne humana.
  2. 2. Persona insociable, cruel o de mal carácter.

                Ej. «no se puede razonar con él porque es un ogro»

Si todos pensamos, decimos y hacemos lo mismo, no se pueden enriquecer las conversaciones. La diversidad de pensamiento y palabra es positiva, siempre que no atente contra los derechos más fundamentales de las personas, entre los cuales se incluye el respeto, y su consecuencia más directa: las buenas formas.

Escenario 2: Te mueres de ganas por exponer tu punto de vista

Cuando hago una ligera pausa para respirar, no es para que aproveches el hueco para colocar tu frase y que tomes un eterno turno de palabra. De nuevo lo necesario es escuchar, aún no estando de acuerdo con el interlocutor. Más tarde habrá tiempo para intercambiar las ideas oportunas sobre el tema en cuestión.

El manejo de los turnos de palabra no es una cuestión baladí, de hecho hay literatura abundante sobre ello. Con carácter general, cuando se da una conversación espontánea, la alternancia de los turnos de palabra no se puede planificar, pero si podemos estar pendientes (más o menos) del tiempo que llevamos hablando para no dilatarnos en exceso y al cabo de unos minutos de disertación, guardar silencio para que pueda intervenir la otra persona, sobre todo si con su gesto nos están mostrando su necesidad de expresar algo.

Esta habilidad hay que aprenderla y el primer paso para ello es ponerle toda nuestra conciencia.

Escenario 3: Lo que yo digo es una verdad absoluta y punto

No trates de adoctrinarme con verdades absolutas, más bien respeta mi libertad de pensamiento y mis ideales, más concédeme el permiso de tener una opinión contraria a la tuya.

Los hechos son hechos, y cada persona los observa desde su objetividad. En casi todo encontramos argumentos a favor y argumentos en contra… yo puedo conformar mi propia opinión, aunque no se parezca nada a la tuya.

Puedes expresar, obviamente, que no coincides conmigo, y esto está genial y es más que recomendable. Pero no trates de convencerme de tu postura.

Conclusiones:

Fórmulas hay muchas para mejorar la calidad de nuestras conversaciones, pero tras lo visto en esta entrada de blog podemos concluir que una de las premisas más efectivas para hacerlo correctamente es practicar la escucha activa, es decir, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, pero siguiendo cerca su relato, sin perder detalle y haciéndole saber que le sigues; por ejemplo mediante tus cambios de expresión facial según lo que te están contando, mostrando asombro, risa o tristeza, según lo relatado, y asintiendo con cabeza en determinados momentos para hacerte ver que estoy contigo.

El respeto es la base de todas las relaciones, aunque no siempre se contempla este matiz. Considero que –más que una cuestión de mala fe– se trata de un comportamiento automático (incluso viciado), por tanto inconsciente, que se adquiere con el uso y abuso, pero que merece la pena observar de cerca para corregirlo.

Inmaculada Asensio Fernández

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