La vida no deja de sorprenderme… y para bien. Me encanta que los ‘golpes’ de sabiduría y crecimiento me llegan cada vez más de manos de personas cercanas, y en situaciones de lo más cotidianas. Esto me enseña que los grandes aprendizajes no se encuentran en los libros ni en los artículos científicos que caen en mis manos, si bien gozan de todo mi aprecio también.
Vivir no es fácil, pues en algún momento hemos de enfrentarnos a situaciones ingratas, injustas, dolorosas, e incluso crueles… pero hay personas que lo afrontan con auténtica maestría y espontaneidad. Me emociona intensamente la capacidad que tienen estas personas para decir adiós, tanto a las personas como a las ‘cosas’, de una manera madura, positiva y edificante.
La muerte se nos antoja dura, casi la mayor parte de las veces. Más cuando llega sin previo aviso, en un momento dulce o en plena flor de la vida… nos puede sumir en la tristeza y en la desesperanza. Yo deseo que el día que tenga que despedir a los seres que amo, tenga la suerte de haber dicho adiós con amor, respeto y con la mayor de las comprensiones. Al fin y al cabo el que fallece descansa, pero el que se queda tiene mil razones para abrazarse a sus recuerdos y pensamientos, más en todos los argumentos que lo llevan a retorcerse de dolor o de incomprensión (¿por qué ha tenido que pasarme a mi…?; o justo lo contrario, asirse a bucear en todas esas razones para dar las gracias por todo lo vivido, compartido y aprendido.
Vivir es un regalo, es un viaje. Tú decides si lo haces con miedo, con frustración o con cualquier otro sentimiento negativo y debilitante. Tal como yo lo veo ahora, al nacer en este complejo ‘tablero de la vida’, partimos desde la casilla de ‘salida’, hacia no sabemos donde… pero con destino claro a la casilla de ‘fin’.
Que el fin del mundo nos pille bailando -reza la canción. Y no puede ser más cierto. Yo esta noche me digo: vamos a ponernos a bailar.
Nada es tan grave. Nada es tan importante. Nada es tan feo. Nada es tan doloroso. Nada es tan, tan, tan irremediable.
Dedico esta entrada de blog a una compañera y amiga: Toñi Mora, que hoy se ha despedido de su compañero de viaje, y me ha dado una de las lecciones más grandes de amor y de respeto. Así quiero yo despedirme de cada persona, proyecto o estación en la vida: agradecida y anteponiendo lo bueno, a lo menos bueno o malo.
Gracias vida, por seguir dejándonos ‘estar’ a quienes nos quedamos. De eso se trata, de agradecer a cada paso, a cada sinsabor, a cada golpe, a cada hálito de vida.
Que el fin del mundo te pille bailando…
Inmaculada Asensio Fernández.