Lo escritural en trabajo social: ¿cueces o enriqueces?

princesa-Daniel-web

Ilustración de Daniel Montero Galán

Introducción

El acto de intervenir en trabajo social surge y se enmarca en el mantenimiento de una larga conversación, que sirve de vehículo para poner en marcha un sinfín de gestiones y micro-intervenciones profesionales -en un dialogo permanente entre la persona, el profesional de referencia, la institución, así como el resto de profesionales, servicios o recursos que intervienen en la situación-problema presentada.

A la hora de observar la realidad se debe trabajar con el suficiente escrúpulo para tomar la instantánea que más justicia haga a la situación sobre la que se está interviniendo.   En este sentido, a la par que el trabajador social  conversa con las personas a las que atiende, igualmente se detiene a contemplar los diálogos, comportamientos, actitudes y contextos en los que se desenvuelven…  y esto lo hace con sigilo, pues capta una realidad subjetiva y cambiante, poniéndo su atención en aquellos aspectos que obstaculizan el adecuado desarrollo de las personas. Su intención es siempre la de transformar lo que no funciona, para lograr una adecuada adaptación de la persona a su medio, y que logre alcanzar una situación de bienestar.

Lo que observamos va al papel

Observar una situación problemática en todas sus dimensiones es vital en trabajo social, y en muchas ocasiones esta actividad se ve mermada por las descripciones escritas que se realizan a través del instrumento por excelencia de esta profesión: el informe social. A través de estos instrumentos se trasladan informaciones pertinentes de lo que se ha observado, las entrevistas realizadas, las gestiones llevadas a cabo, y cuantas otras intervenciones relacionadas con el objeto de análisis y estudio llevadas a cabo, como por ejemplo visitas a domicilio.

Son muchas las ocasiones en las que se detecta un uso del lenguaje poco técnico y por tanto carente de rigor, que perjudica seriamente la calidad del trabajo y la dignificación de la profesión ante otros profesionales, organismos e instituciones.  Un informe pobre, vago o impreciso dificulta la compresión lectora de quienes se acercan a beber de él, tal como señala [1]María Cristina Melano “una escritura oscura o latosa convierte al destinatario en paciente o padeciente. Por ello es central que el destinador logre interesar al lector por su argumentación, por la claridad del texto y por su estética”.

¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de redactar informes sociales?

El más típico: se escribe como se habla o se piensa, sin darle forma. Se lo reconoce fácilmente por tratarse de un uso del lenguaje poco variado, repetitivo y carente de formalidad, excesivamente coloquial (a veces incluso vulgar), con un escaso uso de tecnicismos propios de la disciplina profesional. No se considera de recibo encontrar expresiones como:

  • “El hijo se pasa todo el día pegado a la madre”.
  • “El marido le pega voces todo el tiempo porque está sorda como una tapia”.
  • “María está mala de los nervios”.
  • “Lo único que le gusta hacer es pasearse todo el día”.
  • “La persona dependiente necesita a alguien que le saque a dar una güerta”.

Las frases expuestas son sólo ejemplos -aunque reales- de cómo sin darnos cuenta empleamos expresiones inadmisibles en la redacción de informes sociales, utilizando las mismas expresiones coloquiales que empleamos en nuestra vida diaria (con nuestras amistades, en familia, en el café del barrio…) y -aunque son fácilmente entendibles por cualquier persona- carecen por completo de formalidad.

No quiero decir con esto que este tipo de expresiones sean el «pan de cada día» por parte de los y las profesionales del trabajo social, pues afortunadamente no es así. Sin embargo hay que poner especial cuidado para no hacer del hecho de DESCRIBIR LA REALIDAD SOCIAL, asomarse al patio de vecinas -si se me permite la metáfora- para comentar lo que a uno o una se le pase literalmente por la cabeza en un momento dado.  Ser profesional implica comportarse como tal.

Un segundo error sería dar por supuestas informaciones que han expresado las personas, sin contrastarlas oportunamente. Encontramos que profesionales afirman de manera tajante informaciones que les han sido reveladas por personas relacionadas con el caso en estudio, haciendo un uso del lenguaje que permite al receptor tomar el dato como una certeza, en lugar de cómo una declaración realizada sin contrastar.

Un tercer error sería ser demasiado escueto. Hay profesionales que redactan un diagnostico social en un espacio de cinco renglones, y no más. En lugar de describir la realidad, se trasladan detalles aislados y se deja lugar a la libre interpretación, o libre imaginación. Esto no es adecuado en un informe social, sobre el que se toman importantes decisiones para la vida de las personas.

Un cuarto error sería presentar información desestructurada, sin ningún tipo de orden. Hay informes sociales cuya lectura es especialmente tediosa, porque no terminas de comprender lo que ha sucedido, quién está implicado en el problema, quién ha tomado las decisiones importantes etc. Aunque parezca mentira, te ves obligado a leerlos dos y tres veces porque no terminas de captar el fundamento de la intervención propuesta, y esto genera dispersión, falta de interés y pérdida de tiempo.

Un quinto y último error sería redactar las conclusiones de un informe haciendo alusión a informaciones que no se han mencionado previamente en todo el escrito. Esto es: te encuentras leyendo un informe social y vas captando sutilmente donde se encuentra la naturaleza del problema. El diagnostico es extenso y recoge datos, fechas, nombres, lugares, etc. Y cuando estás en el párrafo final, encuentras una información vital que no se ha mencionado ni de soslayo en ninguna otra parte del informe, ni se desarrolla, y que sustenta todo el trabajo que se va a llevar a cabo con la persona o familia. Esta práctica provoca la petición de un informe ampliatorio, con la consiguiente pérdida de tiempo.

Conclusiones 

El trabajo social tiene identidad propia, y se caracteriza por un preciso y adecuado uso del lenguaje, tanto hablado como escrito. Es cierto que en muchas ocasiones el profesional se ve obligado a cambiar de registro para adaptarse al lenguaje de algunas personas a las que atiende, con el objetivo de hacerse entender; sin embargo esto no puede ser óbice para hacer un uso del lenguaje vago e impreciso, con una escasa revisión ortográfica, por no mencionar la presencia de expresiones vulgares.

Un adecuado uso del lenguaje contribuye a la dignificación de cualquier disciplina. Y en el caso del trabajo social, una profesión tan poco valorada a nivel académico y científico en nuestro país -cosa que no sucede en otros países de Europa- debemos hacer un mayor esfuerzo para que su ejercicio profesional pueda contar con la autoridad y legitimidad suficientes en todos los contextos en los que desarrolla su importante labor.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

[1] MELANO, María Cristina. “Escritura y trabajo social: del autor al lector”. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social. N. 11 (dic. 2003). ISSN 1133-0473, p. 115.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s