Papá, ¿de ti qué me llevo?

papa

 

Ilustración de Sonja Wimmer en «El baúl que no tenia mi abuela», tomada de http://goo.gl/YQqx2a 

 

Papá y mamá viven en el corazón del hijo para siempre.

Inmaculada Asensio.

La figura del padre y de la madre ha sido ampliamente estudiada y debatida dentro del ámbito del trabajo social y de la terapia familiar. Está claro que estas dos figuras representan un todo para la vida de los hijos, fundamentalmente hasta determinada edad y con independencia de la calidad de la relación entre ellos.

Ambos progenitores tienen un importante papel en el desarrollo del carácter y el temperamento de sus hijos, así como de su autonomía. Mi hipótesis de partida es que marcan gran parte de las decisiones que las personas toman en la vida adulta, dentro de un amplio espectro de posibilidades.

En esta entrada de blog me voy a centrar en lo que el padre aporta a los hijos, desde lo que he podido constatar en mis 14 años de carrera profesional (en los que he realizado muchas entrevistas a personas y familias); alimentada por mis estudios dentro de la visión sistémica -según Bert Hellinger, y la propia experiencia que me ha brindado la vida como persona, mujer e hija.

El padre ilumina gran parte del sendero de vida por el que caminará el hijo

El padre representa una figura que aporta a los hijos determinados roles y formas de comportarse hacia la comunidad. De nuestro arraigo a él, nos nutrimos para realizar ciertas elecciones personales respecto a compañías, preferencia de estudios o profesión, determinación del patrón de pareja por el que nos vamos a sentir atraídos, e incluso el nivel o tipo de vida que vamos a llevar.

El padre marca el cómo yo me veo hacia afuera, mi grupo, y todo ese mundo de “posibles” que me espera fuera del conocido hogar familiar. Señala el camino durante los primeros años de vida, bien con un papel activo -de cuidado, protección y amor-  bien desde una posición de ausencia, rechazo o abandono.

Muchas personas caminan por la vida divididas, por no haber obtenido el afecto, la valoración y la seguridad de los brazos de su padre.

Claro está nadie es perfecto, sin embargo cabe destacar que mil veces más vale un padre errado, con corazón y honestidad; que un padre distante, frío o ausente, por muchas normas que trate de inculcar a sus hijos para ser buenos, educados y estudiosos.

El aprendizaje se forja a través de unos brazos que arropan, no a través de palabras y promesas de un futuro mejor que nunca llega… no a través del frío cristal de la distancia que separa nuestros mundos.

Del padre se interiorizan las reglas del juego a la hora de relacionarnos. El estilo de comunicación, la claridad de los límites hacia los demás, lo abiertos o  cerrados que estaremos en la vida para explorar determinadas situaciones. De él se extrae el mapa que va a marcar el camino del encuentro con el mundo, y por ende los límites de uno mismo hacia los demás.

De una manera metafórica se puede decir que el padre presenta al hijo o hija al mundo, y le dice: “este es un lugar seguro, confía en las personas que te rodean y en las oportunidades que vayan surgiendo, yo estoy aquí” (…); o todo lo contrario: “este es un lugar hostil e inseguro, ten cuidado, nadie te puede sostener, ni quiera yo”.

El hijo, por amor, fidelidad, necesidad de aprobación y obediencia, responde: “papá, de ti tomo el mundo, y me formo una imagen de él gracias a lo que tú me estás mostrando… las ilusiones, los valores, los miedos, limitaciones y experiencias de superación que pones en mis manos”.

Igualmente el padre mira a su hijo o hija y le dice: “te paso lo que yo he aprendido, los restos de mi evolución, es todo lo que tengo, aprovéchalo”.

Todo esto se teje de manera silenciosa (…) Y el hijo sale al mundo con el paquete, de manera que  vive, sobrevive, malvive… o disfruta con plenitud de la vida, con sus luces y con sus sombras.

Personalmente considero que nuestra relación con el entorno, con los desafíos que plantea la vida (incluida la supervivencia) se forjan con más fuerza a través del padre, presente o ausente en la vida de los hijos.

Aún así no quiero decir con esto que todo lo enunciado lo aporte en exclusiva el padre, pues lógicamente hay otras variables a tener en cuenta y que giran alrededor de la estructura familiar que se haya creado, por no mencionar el papel que ocupa al 50% la madre, y que no está siendo abordado en esta entrada de blog.

El oficio de ser padres no es fácil, ya que cada persona carga su propia mochila –constatada por una biografía con recuerdos gratos e ingratos, y por este motivo no es adecuado juzgar a nadie.

Un aspecto importante es tener claro que con papá y mamá viviremos siempre en nuestro corazón, con su recuerdo o con lo que ellos representan en nuestro mundo: nuestra casa. Por este motivo has de poner especial atención en los huéspedes que metes en casa… a saber:

  • Si sientes rabia o resentimiento hacia tu padre, la rabia y el resentimiento serán tus huéspedes.
  • Si sientes amor hacia tu padre, a través de los buenos recuerdos de lo que fue un padre entregado, dulce y protector… la entrega, la dulzura y la protección se alojarán en ti.
  • Si sientes compasión hacia tu padre, desde la comprensión de lo que no pudo ofrecerte, o de lo que no puede ofrecerte hoy (por su vejez, por su muerte, o por la circunstancia que sea) desde el respeto y la aceptación de sus propias limitaciones… la compasión será tu huésped.

Una vez eres adulto, no es tan importante si tu padre te dio todo ese alimento que suponemos sería bueno para ti, o no te lo dio. Ya eres grande y a la vida no le importa lo que traes de serie. La vida sólo quiere perpetuarse a través de ti.

Lo que no te ha sido transmitido de manera natural a través de los lazos familiares, habrás de construirlo tú mismo, con creatividad, arrojo y –por qué no decirlo- cierta ayuda.

Merece la pena caminar hacia nuestra vejez con el objetivo de transformar la simiente que nos fue dada, sea entregada a nuestros hijos biológicos o no biológicos: a los hijos de la madre tierra.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

2 comentarios en “Papá, ¿de ti qué me llevo?

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