Tu valor te lo das tú

Imagina una niña cuyos padres andan ocupados en menesteres varios y jamás hallan hueco para dedicar palabras dulces y de aprobación a su pequeña. No hay momentos para los halagos ni las felicitaciones por las cosas bien hechas; tampoco para la atención plena y cómplice hacia su niña… Sus vidas están dominadas por otras fuerzas, inconscientes, pero mucho más poderosas y desgastantes, de manera que relegan su cariño a la mera cobertura de sus necesidades. Pasan los años y, como esta chiquita nunca lo ha escuchado ni lo percibido de las personas adultas con las que ha convivido, crece con la idea de que alguien tiene que disipar sus dudas…, ¿cuál es mi valor?
Debido a esa carencia latente durante toda su infancia, es desprovista de la capacidad de darse cuenta de todo lo bueno que hay en ella, de su amor propio. Y de este modo, aunque es una joven muy hermosa, camina sin radar -a ciegas- deseando encontrar personas que le devuelvan una imagen positiva de sí misma. Conforme va creciendo, se fija en los demás, no por una cualidad especial… ella posa sus ojos sobre aquellos que piensa le revelarán ese gran secreto; incluso se conforma con un cálculo aproximado, con la idea original de darse permiso para amarse o despreciarse en función del resultado.

Y así pasó los años. Tropezando con unos y con otros… siempre intentando que la vieran y que la apreciaran…

Sobre esta base de carencia se construyen muchas relaciones, tanto de pareja, como de amistad y laborales. Hay personas que aguantan lo indecible porque desconocen cuál es su valor, porque no recibieron el amor que merecían por el simple hecho de ser personas. Si, recibieron amor, pero a cambio de sumisión y obediencia, a cambio de cuidados, a cambio de fidelidad, a cambio de silencio y una baja demanda de atención, e incluso a cambio de aguantar situaciones inadecuadas.
Lo que tú vales, tu autoestima y tus virtudes, sólo pueden ser advertidas por ti misma. Mala suerte es que tus padres no hayan tenido la habilidad de transmitirte tus enormes dones y cualidades, pero si ellos no lo hacen y te cansas de buscar personas que lo hagan por ellos… tendrás que aprender a darte cuenta de cuál es tu valor por ti misma.

He aquí un cuento en el que muchas niñas, hoy mujeres y madres -e incluso abuelas…y también niños, hombres y abuelos, se han sentido reflejados… «¿Lo has escrito para mi, Inma?» Me dijo una amiga. -No, no es para una persona específica, es para todas las que alguna vez han puesto en duda su valor. A ellas con toda mi admiración.

Escrito por Inmaculada Asensio Fernández

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