¿Cómo afrontar la hostilidad en contextos profesionales?

La hostilidad es una actitud personal vinculada a expresiones de ira hacia las personas que tenemos cerca, como la familia, las amistades o los compañeros y compañeras del trabajo. Dada su repercusión en la calidad de vida profesional, en esta entrada de blog nos vamos a centrar en la hostilidad en los contextos profesionales.

Las personas hostiles suelen estar en actitud de defensa y ataque casi todo el tiempo –pura pelea– lo cual es bastante molesto y desgastante para las personas que están a su alrededor.

Suelen ser tercas e intransigentes, desconfiadas y negativas, y por este motivo generan mucho rechazo en las personas con las que se relacionan.

A menudo se muestran poco conscientes de lo lesivo de su conducta, y puede que esa inconsciencia se relacione con la falta de sinceridad de las personas que tiene a su alrededor, ya que nadie desea comunicar las verdades del barquero a quién estará posicionado en la ofensa eterna, además de que las reacciones de estas personas pueden ser difícilmente controlables a través de un diálogo pausado y respetuoso.

La jefa o el compañero que nos aborda con una actitud desafiante y agresiva por algún contratiempo que surge, porque necesita una información que no tiene a mano o por alguna mala interpretación… quizá un gesto o una palabra tuya. Estas personas contaminan los espacios de trabajo y son difíciles de soportar. Nos pueden llevar, en los casos más graves, a promover un cambio de trabajo o de servicio, para ponernos a salvo. También debemos admitir que esta actitud hostil también puede revelar un sentimiento de desgaste, motivo por el que debemos hacer de espejo con ellas (respetuosamente), para que se observen desde el ciego ángulo de su amargura y puedan tomar cartas en en asunto.

Puedo permitirme el lujo de reconocer que, en mis 20 años de trayectoria profesional, yo misma he padecido este tipo de comportamientos hostiles en alguna experiencia profesional, y el recuerdo de estas personas se te queda grabado por lo desagradable que puede llegar a ser. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo te das cuenta de que hostilidad y desgaste muchas veces van de la mano.

Quedarse y luchar, tiene un coste. Huir para ponerse a salvo, también.

Si te quedas y luchas, corres el riesgo de verte violentada a superar tus límites de tolerancia a la agresividad, una y otra vez; incluso puede que en más de una ocasión te sientas obligada a defenderte, recurriendo a conductas agresivas. También corres el riesgo de aislarte en tu espacio de trabajo para evitar interacciones y posibilidades de enfrentamiento, lo que también provoca mucho malestar.

Si huyes y te pones a salvo, te arriesgas a reprocharte el no haber tomado el control de la situación, incluso puede que te reproches haber actuado como una persona cobardica.

Estas personas están tan quemadas y amargadas que complican a todos los que tienen a su alrededor.

Esto lo describe muy bien el psicólogo Fidel Delgado en algunos de sus videos de youtube (en los que se hace llamar titiripeuta): el que está quemado es el último en darse cuenta, pero para el resto es muy evidente el olor a chamusquina que desprende.

Él recuerda lo dramático que puede llegar a ser esto, porque estas personas no sólo no aportan casi nada o nada a su trabajo, sino que arremeten contra las iniciativas e ilusiones del resto de compañeras y compañeros.

Las personas con actitudes hostiles modifican el clima laboral y lo enrarecen, y es bueno armarse de estrategias y recursos para que en nuestro encuentro con ellos o ellas no tengamos que salir mal paradas, por ejemplo, como observamos las personas que trabajamos en la Administración Pública, donde cada vez se imparten más acciones formativas para abordar situaciones de acoso laboral.

El enfurecimiento destruye las relaciones entre las personas y empeora cualquier situación de tensión, estrés o malestar. La hostilidad sólo pretende ejercer control sobre otras personas, por tanto, sus fundamentos irracionales se relacionan con el deseo de poder sobre otros desde la falsa sensación de que podemos manejar todas las situaciones (y personas) según nuestro –digamos- punto de vista experto.

Como veis, me da igual si hablamos de compañeros o de jefes, no me importa porque en resumen son personas, al igual que nosotras. Por tanto, lo importante aquí es aprender qué puedo hacer yo con esto que me ocurre, lo que va a depender de mi repertorio de respuesta ante este tipo de situaciones, o de mi propia reacción emocional ante su comportamiento.

¿Cómo podemos afrontar esa actitud de hostilidad hacia nosotros en el momento en que se produce el estallido?

Puedes tratar de reducir la intensidad de la reacción emocional, pero sin hacer nada por reducirla. Me explico. El resultado de la revisión de diferentes publicaciones sobre este tema, señala que para que otra persona se calme y salga del bucle agresivo, lo más adecuado es escuchar, pero sin dar muestras de que estamos asustados/ molestos/ contrariados. Mantener la calma en lugar de pedir a la persona que se calme. Si queremos hacerle ver lo mal que nos ha hecho sentir (las consecuencias de su actitud), deberemos esperar a que esté calmado, nunca antes. Hacer ver a la persona, según vaya cediendo la intensidad de su estado emocional, que la comprendemos y que sabemos cómo se puede estar sintiendo, puede hacer que sus actitudes vayan aplacándose. En el momento del estallido, lo que nos interesa es que esta situación ceda, y poder clarificar posteriormente qué hacer con todo lo sucedido.

Si la situación no cede de ninguna forma, o si la persona nos amenaza con agredirnos a nosotros, a sí misma o a otros, pediremos ayuda inmediatamente.

Si la situación es reiterativa, debemos ponerlo en conocimiento de un superior. También podemos barajar acciones legales (necesitaremos pruebas y/o testigos de estas situaciones y que estén dispuestos a testificar en un juicio). Si la situación se torna verdaderamente insostenible y no queremos entrar en pelea, quizá lo mejor sea establecer un cordón sanitario con esa persona, o incluso abandonar ese espacio de trabajo.

Inmaculada Asensio Fernández.

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