Hay personas que se sorprenden cuando conocen detalles íntimos sobre la suerte de vida que han tenido otras. Sucesos acaecidos en el pasado por parte de un padre, una madre, una tía, una hermana, una abuela, etc, en la que alguien–como se suele decir- ha salido mal parado. Se sorprenden, cuál inocentes aves recién caídas del nido, y se preguntan cómo es posible que semejantes historias puedan darse en el seno de una familia… sobre todo de una familia de la que cabe esperar que alcance el calificativo de NORMAL.
“¿Cómo es posible que no conozcas a tu padre? ¿O que tu abuela haya crecido al amparo de una institución pública u hospicio? ¿Cómo es que tu primo ha estado enganchado a la droga? ¿De verdad tu tía estuvo en la cárcel? ¿Sufriste malos tratos de niño? ¿Cómo es eso de que tu familia era muy pobre? ¿De verdad tu madre tenía problemas de salud mental graves? (…)”.
¡¡¡Es para echarse las manos a la cabeza!!! – exclaman algunos-as, con un gesto que oscila entre la incredulidad, la pena, la fatalidad, e incluso la vergüenza.
Estos pueden ser simples ejemplos de situaciones familiares que podrían despertar asombro en muchas personas; sin embargo no creáis que conforman hechos aislados, sino que son susceptibles de darse en el marco de cualquier familia, independientemente del status social y cultural que tenga.
La mayor parte de las veces, lo que no se conoce, NO EXISTE (o mejor dicho, es como si no existiera).
No todas las familias atraviesan por las mismas experiencias y dificultades, eso está claro. Y por este motivo, cada persona tiene su propio MAPA, su hoja de ruta con la que ver el mundo… con indicaciones, caminos y señalizaciones más o menos flexibles. Con la ayuda de este mapa nutre su vida y sus relaciones.
Ejerzo profesionalmente como trabajadora social. En mis 11 años y pico de carrera profesional he realizado multitud de visitas domiciliarias y entrevistas, a personas y familias, cuyos relatos de vida no dejaban indiferente a cualquiera. Episodios duros, experiencias dolorosas y también de mucha superación personal, o resiliencia. Puedo decir que ya casi no me sorprendo de nada, lo cual no significa que no haya situaciones, a veces, que me toquen o me sobrecojan de algún modo. Por alguna razón nos recuerda Elsa Punset, que el lenguaje universal de las personas humanas son las emociones, y éstas nos las comunicamos simplemente mirándonos a los ojos.
He tenido entrevistas en las que he observado a la persona hablar con la boca pequeña acerca de ciertos detalles privados de su historia; justificándose exageradamente, apelando a la vergüenza ajena para continuar su relato con normalidad, bajando la cabeza. En muchas ocasiones les digo: no os preocupéis, como dijo un tal Terencio: “nada de lo humano me es ajeno”, y además, yo también tengo familia. En ese momento detecto un gesto de relajación o calma. Es como si ese simple comentario les legitimara para expresarse con naturalidad y sin miedo, desde una posición digna.
“La persona que tropieza… o se cae, o aventaja camino” (dicho popular).
La apertura hacia aquello que es desconocido, sin juicios y sin miedos, nos puede ayudar a comprender y a aceptar la diversidad de situaciones familiares (o personales) que coexisten en nuestro entorno; a ser más empáticos, a ponernos en el lugar del otro; pero no hace falta irse muy lejos para toparse con la diversidad, sólo tienes que echar una ojeada a tu ciudad, a tu barrio, a tu bloque de vecinos… con una actitud abierta, con la curiosidad de un niño o una niña.
Antes de echarnos las manos a la cabeza,
conviene levantar la vista del propio ombligo
y observar el mundo,
la especie que somos.
Las manos sueltas y ligeras
facilitan el caminar.
Autora: Inmaculada Asensio Fernández
Hola Inma, interesante reflexión sobre la familia. Creo que he tenido una infancia feliz, mis padres nos han criado con cariño y dedicación y mis abuelos complementaron nuestra educación con esmero y paciencia. Yo he fundado una familia y actualmente intentamos buscar el equilibrio entre pareja y crianza, con libertad, tolerancia y responsabilidad…es complicado pero no imposible y sobre todo estoy contenta por intentar cada día, un pensamiento positivo para cada uno de mis seres queridos con los que comparto «lazos de sangre», a veces es simplemente dejarnos llevar por nuestro instinto tribal, proteger a los de nuestra especie.
Un sincero abrazo de Yolanda.
Me alegro mucho de lo que comentas Yolanda. No me cabe duda de que eres una madre maravillosa. Un abrazo fuerte.