Los determinantes sociales de la salud

Desde el punto de vista antropológico todas las personas somos vulnerables, ya que todas sin excepción estamos expuestas a los accidentes, la enfermedad, y la muerte. Sin embargo, hay personas que tienen una mayor exposición a determinados factores de riesgo que las predisponen a estas contingencias (enfermedad, accidente y muerte), más sólo por pertenecer a un grupo de población con unas características y condicionantes culturales y socio económicos determinados. Algunos lo llaman mala suerte, otros lo llaman fatalidad o ruina…, yo me inclino por nombrarlo DESIGUALDAD.

Es importante conocer estos factores para tomar conciencia de las consecuencias que arrastra el desarrollo del modelo político- económico predominante, centrado única y exclusivamente en el enriquecimiento de una parte de la población, permitiendo o mirando hacia otro lado cuando las situaciones de desventaja social muestran su peor cara.

Allá por el año 1998…

Recuerdo una tarde en época de exámenes, mientras estudiaba en la Universidad, que estaba pasando unos días en casa de una compañera de clase gaditana. Me gustaba mucho estudiar con ella porque –como se suele decir en el argot estudiantil- era una EMPOLLONA, y siempre pensé que se me podía pegar algo de ella en ese sentido (risas). Además, valoraba mucho su esfuerzo, ya que su madre era viuda y pensionista y no podía pagarle la estancia en Granada, de manera que pasaba la mayor parte del año viviendo con una persona mayor, a través de un programa universitario, para no pagar alquiler ni gastos, aunque en estos meses cercanos al verano estaba viviendo en un pequeño apartamento.
Esa tarde se acercó otra compañera de clase a visitarnos y surgió el tema de si la cuna condiciona la calidad de vida de las personas, esto es, hasta qué punto el lugar donde nacemos (familia, barrio, ciudad, país o continente) puede condicionar el tipo de vida que vamos a tener. En aquellos años era estudiante de 2º curso de Trabajo Social, las tres contertulias lo éramos, pero dos pensábamos que sí, que la cuna era bastante decisiva, y la tercera pensaba que no, que la calidad de vida dependía de tu esfuerzo y dedicación al estudio y al trabajo, así como de tus aptitudes, y no tanto por la situación de procedencia.
No se me olvida esa conversación porque, de las tres personas, dos proveníamos de familias numerosas y humildes, y la tercera era hija única y provenía de una familia muy acomodada. Ante esta pregunta no fuimos capaces de encontrar las bases para un razonamiento común, y aquella conversación –basada en opiniones y experiencias- quedó a medias.

La Organización Mundial de la Salud ha proporcionado algunas respuestas
Hoy día sabemos que hay una serie de factores que determinan en gran medida la calidad de vida de las personas, y están respaldados con informes técnicos e investigaciones científicas. Sin ir más lejos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que hay unos determinantes sociales de la salud relacionados con factores económicos, sociales y culturales, tanto a nivel micro, la situación de una pequeña comunidad, como a nivel macro- estructural, es decir, las grandes desigualdades que tienen dividido el mundo.

“Los factores psicosociales y ambientales a los que vivimos expuestos desde nuestra niñez marcan nuestra vida, aunque siempre hay honrosas excepciones a esta norma”.

Estos determinantes sociales son las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud (sus posibilidades de acceder a cotas aceptables de bienestar, la genética o programación biológica heredada de sus padres, su posibilidad de acceder a un buen empleo, sus condiciones de vida en términos de hábitat, la calidad de sus relaciones y vínculos emocionales con su entorno, su soporte social y familiar, su estilo de vida y sus decisiones, sus posibilidades de acceso a servicios sanitarios…); y son el resultado de las políticas relacionadas con la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local.

“El 0,7% de la población mundial (34 millones) tiene el 45,2% de la riqueza global”.

Además, durante la celebración de la 62ª ASAMBLEA MUNDIAL DE LA SALUD se reconoció que millones de niños del mundo entero no logran desarrollar todo su potencial, y que invertir en ayudas amplias al desarrollo en la primera infancia, accesibles para todos los niños, es un paso fundamental hacia la consecución de la equidad sanitaria durante toda la vida.

La mejora de las condiciones sociales de vida de las personas depende directamente del desarrollo de políticas sociales dignas y justas. La salud, que ha sido definida por la OMS como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades, es un bien al que aspiran todas las personas que forman parte de las sociedades denominadas como ´desarrolladas´ o ´avanzadas´, es decir, las que aglutinan mayormente los recursos y la riqueza mundial.

Incluso dentro del mismo país, de la misma región y de la misma ciudad, hay grandes diferencias entre unos barrios y otros, entre unas familias y otras, y todo ello dado por la situación socio-económica, por el nivel de instrucción y por la red de apoyo familiar que se da entre unas y otras, lo que produce desigualdades en términos de oportunidad: desventajas.

Ahora que han pasado 21 años desde aquella tarde de estudio en casa de esta buena y empollona compañera, me reafirmo mucho más en estos cuestionamientos, ya que 17 años de ejercicio profesional como trabajadora social, más todos los años de experiencias personales y de conocimientos académicos acumulados me han permitido descubrir que hay situaciones sociales de las que es difícil escapar. Hoy mismo, sin ir más lejos, está naciendo en mi ciudad (o en cualquier otra de este planeta) algún niño o niña en condiciones de precariedad y pobreza que no podrá escapar a las inclemencias de su situación, y repetirá un patrón familiar que la conducirá a reproducirse en las mismas condiciones y con las mismas carencias y déficits de por vida.

Y sí, hay casos de personas que logran escapar de toda esa inercia familiar, personal y social, pero son casos que no suponen ni mucho menos la norma. Algunos lo llaman buena suerte, otros lo llaman milagro o prodigio…, yo me inclino por nombrarlo RESILIENCIA.

De este modo, claro que la cuna condiciona… por supuesto que sí.

Inmaculada Asensio Fernández

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